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Los Ulalos
Imagen: Taller del periódico El Chaqueño, editado entre 1910 y 1920 en Añatuya, por Casimiro González Trilla y Carlos Abregú Virreira. (Compuesto con Inteligencia Artificial de Microsoft: https://designer.microsoft.com/)
Por Julio Carreras
A comienzos de diciembre de 1937 Roberto Arlt llegó a Añatuya, como corresponsal del diario El Mundo. Conocía a Homero Manzi, que también firmaba la nota “S.O.S.” publicada en La Nación por Bernardo Canal Feijóo. Luis Manzione, hermano de Homero, lo acompañó en varias de sus salidas al campo. Luego viajó a Santiago del Estero, donde conoció a Moisés Carol, que lo recuerda así:
Fuimos a tomar un café con Roberto Arlt en el bar Tokio. Estaban también Pablo Rojas Paz, el poeta González Carbalho y el cuentista Gregorio Guzmán Saavedra, que narró con detalle las actividades de la secta de los ulalos, que desde hace un tiempo tiene soliviantada a esta población. Se trata de un culto antiquísimo que se nutre del magisterio de la iguana y congrega a los muertos que están interesados en hacer obras de puro beneficio espiritual. Por este motivo, mediante la colaboración de los sepultureros que quitan los tornillos a las tapas de los ataúdes, pueden salir con facilidad para desempeñar sus actividades. (Moisés Carol: La gran sequía, Buenos Aires, 1991 [1967]).
Carol opina que ante el aumento del drama social provocado por la gran sequía los ulalos tenían mucho más trabajo, para asistir a tanta población desprotegida.
El parágrafo de arriba fue escrito por el sociólogo Alberto Tasso y publicado por una revista del CONICET, representativa de la UNSE. Su título era La sequía de 1937 en Santiago del Estero. Antecedentes y consecuencias de un acontecimiento ambiental * ; un tema importantísimo para nuestra sociedad santiagueña. Que tuvo en su momento una trascendencia nacional, al punto de haber concitado la presencia de importantes comunicadores de entonces, como Homero Manzi -ya famoso compositor e integrante del jet set artístico de la década de 1930-1940, y Roberto Arlt, o Alfredo Palacios, una de las estrellas políticas de entonces. La Sequía motivo cierta edición de Ricardo Dino Taralli, valiosísimo libro que reunía textos de la época, escritos por Moisés Carol, Roberto Arlt, Alén Lascano y varios otros, además de publicaciones periodísticas, locales y de Buenos Aires. Por desgracia, este libro prácticamente ha desaparecido y tampoco ha generado algún eco entre las publicaciones académicas de hoy.
Yendo al tema central del párrafo reproducido al comienzo, por mi parte, conocí a los Ulalos por un cuento de Moisés Carol, publicado en el diario La Prensa, en 1976. Yo estaba preso en la cárcel de Sierra Chica, junto a miles de presos políticos secuestrados y encarcelados entonces en todas las provincias de la Argentina por una dictadura militar que, simultáneamente a nuestro encarcelamiento, iba asesinando a otros miles de jóvenes o -lo que era aún peor- internándolos en centenares de cárceles clandestinas. Donde se los torturaba día tras día, terminando al final casi todos muertos.
A nosotros, los presos "legales", la dictadura había comenzado también a exterminarnos, de a uno o en grupo, simulando intentos de fuga, en complicidad con todos los diarios del país, principalmente La Prensa, Clarín y La Nación, que publicaban las narrativas militares sin la menor crítica. Con fotos donde aparecían los cadáveres de nuestros compañeros o compañeras... sacados por la madrugada de las cárceles y ejecutados por oficiales del Ejército y la Marina. Para presentarlos luego como "guerrilleros que intentaron fugarse con apoyo de sus compañeros y resultaron muertos en el tiroteo". Ese gobierno absolutamente ilegitimo no previó la intensa actividad de los Organismos de Derechos Humanos de entonces, y los miles de familiares que, con apoyo de algunos parlamentos europeos y hasta el mismo presidente James Carter, de los Estados Unidos, lograron detener la masacre con presiones económicas sobre Buenos Aires.
Volvamos a los Ulalos. La inquina y frustración de los milicos, por no habernos podido matar a todos, se manifestó entonces por un acatamiento a medias de las exigencias de organismos internacionales. Es decir, dejarnos con vida, pero sometidos a un régimen de carencias alimentarias, derechos inferiores a los de cualquier preso común, incluso a los de criminales o delincuentes que habían asolado poblaciones enteras con sus delitos. Así, no teníamos visitas, ni derecho a practicar deportes, u otros numerosos beneficios, entre ellos, el de recibir medios de comunicación impresos. Por eso, para informarnos aunque más no fuera a medias, poco a poco habíamos ido logrando que algunos de los presos comunes, que repartían el matecocido y las comidas, nos pasaran, furtivamente, recortes de diarios. En uno de aquellos recortes -del suplemento Cultural de La Prensa, fue que leí por primera vez en mi vida, por entonces ya de 26 años, el nombre de Los Ulalos.
Es sobre esta idea que retomé a aquella especie de duendes inventados o recogidos de la cultura popular santiagueña por Carol, muchos años más tarde. Primero, para una serie de cuentos donde imagino un Santiago subterráneo. Y al mismo tiempo aéreo. Franjas de un Santiago Cósmico, invisibles para los ojos de la ciencia racional europea, pero maravillosamente perceptibles para una gran parte de nuestros habitantes criollos. Especialmente de sus artistas, o de sus sobrevivientes aborígenes. Junto a casi todas y todos los mestizos, como se sabe, constitutivos de más del 90 por ciento de la población en el Noroeste Argentino.
Luego de aquellos cuentos, publicados en El Toqui, un libro de Quipu Editorial impreso en 2019, me pareció que la amplitud de esos personajes -distintos del esquema de Carol, hay que decirlo: ampliados hasta la condición de refinadísimos seres, superiores en ciencia y sabiduría a los humanos. Uno de cuyos propósitos consiste en salvar las culturas originales de Santiago del Estero-. Su complejidad, merecía dedicarles -y a los propósitos trascendentes del Universo, que vienen trasmitiendo, pese a los desastres provocados por los peores gobiernos del mundo, merecían dedicarles, digo, una larga novela.
Así es que, con tal objetivo, comencé a publicar Los Ulalos, como novela de prolongado aliento. A razón de un capítulo por semana. En internet, utilizando la página ulalos.blogspot.com
Transcurre en la década de 1930 a 1940. Período de grandes catástrofes y transformaciones sociales, económicas y políticas en todo el planeta Tierra. Cuyas repercusiones, junto a los importantes hechos de la Historia Universal, ocurrdos y hasta hoy prácticamente ignorados, en Santiago del Estero, con numerosos actores de los grandes países en dura puja, que se encaminaban ya hacia la Segunda Guerra Mundial, se perpetraban y se fraguaban en las sombras, hasta influir decisivamente en el sentido de nuestra existencia como Nación.
* Trabajo y Sociedad
Sociología del trabajo – Estudios culturales – Narrativas sociológicas y literarias.
Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas del CONICET
Nº 17, vol. XV, Invierno 2011, Santiago del Estero, Argentina
ISSN 1514-6871 (Caicyt-Conicet)
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