Capítulo 14

  4 días después de su llegada, los alemanes comenzaron a dispersarse en tres direcciones. Un grupo partió hacia Guampacha, donde instalarían un laboratorio y comenzarían las prospecciones para yacimientos minerales que les fueran útiles, en las grutas.

El segundo grupo partió hacia Pinto. Este lugar serviría para coordinar las actividades de toda la delegación. Allí se instalaría un radiotransmisor, con el propósito principal de comunicarse con Alemania.

El tercer grupo se radicaría en Garza. Desde donde controlaría los cultivos a emprender, en coordinación con la central de Pinto.

       Rápidamente, contrataron unos 150 obreros santiagueños, bajo acuerdos temporales, aunque con salarios tres veces mayores a los pagados por los contratistas locales. Y aún duplicando los salarios habituales que los ingleses asignaban a sus obreros, tanto en La Forestal -empresa que regenteaban en Santa Fe- como en el tendido de vías férreas, que venían construyendo y administrando desde la década de 1870.  Los alemanes, además, depositarían los aportes previsionales y sindicales que correspondían a cada actividad laboral.

Gretchen, hija de Rudolf Hess, de unos veinte años por entonces, había venido con sus compatriotas, a pasar unos meses en Santiago del Estero. La entusiasmaba la idea de ver con sus propios ojos la tierra que había pisado el héroe alemán mítico Parsifal, según escuchara, repetidamente, en las reuniones sociales de su familia. 

Aquella historia decía -sintetizándola a lo esencial- que luego de recuperados la lanza de Longinos y el bastón de mando de Titurel, arrebatados a Amfortas por el monje negro Klingsor, gracias a las artes eróticas de la bruja Kundry, las autoridades celestes decidieron enviar, dichas reliquias, a tierras menos contaminadas por la ambición humana. 

Con tal propósito fue convocado el santo caballero Parsifal, quien con un grupo de cofrades seleccionados por él, en una modesta barca cruzaron el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico,  para alcanzar, luego de superar dificultades, una Tierra para ellos ignota, a la cual hoy los argentinos llamaban Patagonia. Allí, Parsifal habría depositado en manos del cacique Antu los tres objetos sagrados, que ya no contaban con seguridad suficiente en la corrupta Europa: la lanza de Longinos, el bastón de mando de Titurel, y el Santo Grial.

Ya en el siglo XIX, Namuncurá, descendiente directo de Antu, viendo peligrar sus territorios, por causa del avance de huestes porteñas, conducidas por el tucumano Roca, decidieron ocultar aquellos objetos sagrados en el Cerro Uritorco. Y trasladar el Santo Grial -la reliquia más importante- a Guampacha.  

La bonita joven, entonces, entusiasmada hasta el delirio por su anhelo místico, había padecido el corto viaje en avión y aquellos días preparatorios, pues sólo quería alcanzar, cuanto antes, las serranías de Guampacha. Así que, cuando aquel sábado 22 de junio de 1935, por fin alcanzaron este poblado, Gretchen se arrojó a la tierra que pisaba por primera vez. Y, con sollozos de dicha, la besó.


Sin demora los equipos teutones, ahora ampliados con santiagueños, especialistas, técnicos y obreros, desmontaron, con ayuda de máquinas, los espacios a utilizar. 

En Guampacha, Pinto, Quebrachos y Garza, construyeron tabiques para fabricar ladrillos. Con ellos iban levantando las viviendas, tanto para los europeos como para los trabajadores locales, las oficinas, los galpones destinados a almacenamiento de diversos productos, tolvas para las futuras cosechas, más una serie de relucientes equipos de procesamiento para semillas, frutos u oluras. Emprendiendo, asimismo, el montaje de galpones e instalaciones electromecánicas, para la fábrica de cables con alta conductividad, en Guampacha.

Algunos de ellos habían conocido las frescas casas redondas de adobe, en Etiopía. Adonde fueran en 1934, acompañando a organizaciones italianas. Fascinados, contemplaron una demostración del principio básico por el cual, aquellos africanos, utilizaban tal arquitectura milenaria. Desde el techo, donde una pequeña chimenea, en el centro de la habitación con forma de media esfera se situaba, conectada a otras, alguien dejaba caer una livianísima pluma de ave. La cual descendía, majestuosamente. Trazando círculos, en espiral ampliada, hasta tocar, por fin, suavemente el suelo.

La constatación antigua de que el aire frío es más pesado que el caliente, regía aquella opción arquitectónica. Así, como el vapor del estío ascendía hasta alcanzar su escape en las aberturas de la chimenea, dejando entrar el frescor, que igualmente en ondas paralelas caía, hasta sustituir en gran parte el aire caliente,  se conformaba una virtuosa espiral atmosférica. Conservando, los interiores, con temperaturas siempre más frescas a las que recalentaban el exterior.

Estos jóvenes arquitectos entusiastas, pues, traían tales novedades, que aprendieran de los africanos. Y construían, con ayuda de los albañiles santiagueños, varias casas redondas, en los nuevos campos que ahora ocupaban. Sólo para enterarse, por algún anciano, que los aborígenes de la región también habían utilizado, antes de la llegada de los españoles en 1550, muchas casas semejantes.

1935, Mitarbeiter des Unternehmens Bayer, in Garza. IA, img2go.


Dos meses más tarde, los alemanes solicitaron una reunión con “el área cultural” del gobierno santiagueño. Y, si las autoridades locales lo consideraban pertinente, algunos invitados de la intelectualidad.

El encuentro se concretó el lunes 16 de septiembre de 1935. En un salón municipal, donde se había dispuesto una larga mesa con numerosas sillas. En representación del Estado acudió el arquitecto Alfredo Degano, con los diputados Francisco Santucho y Victorio Pernigotti. Otros invitados fueron: Mariano Paz, Olimpia Righetti, Alberto Revainera, Moisés Carol, Carlos Bernabé Gómez, Clementina Rosa Quenel, Juan Christensen, Blanca Irurzun.

En representación del área cultural del Tercer Reich, a las 9 de la mañana llegaron, puntualmente, el antropólogo Hans Meißner y la arqueóloga Gerda Groß. Casi todos los alemanes y alemanas que habían venido para instalarse en este proyecto manejaban muy bien el castellano. Hans y Gerda, especialmente, lo hablaban a la perfección. Con apenas un leve acento extranjero. 

Sin demasiadas ceremonias, comenzó la reunión. Cuyo propósito principal era escuchar el proyecto de investigación cultural de la delegación alemana. Donde se anhelaba colaboración, y guía, por parte de actores de la provincia más antigua del país -según expresarían estos nuevos socios extranjeros.

La mujer y el hombre resumieron su disertación diciendo que “el propósito de Alemania es unir a todas las culturas del mundo, interactuando de un modo libre y creativo, buscando reconstruir los lazos fraternales que, en los orígenes de nuestra Humanidad sobre la Tierra, unieron a todos los habitantes del Planeta”.

Para ampliar el concepto, la arqueóloga alemana indicó que “la ciencia parece haber determinado con certeza, ya, que la Cultura Humana empezó en el Sur (es decir, en esta región, que hoy llamamos Sudamérica).”

Por sucesivas inundaciones de territorios, grandes mareas habrían ido hundiendo, o permitiendo emerger, a distintas manifestaciones humanas, a lo largo de milenios. Las sucesivas razas humanas -cuatro, según los alemanes: la Roja, originada aquí, la Negra, originada en África, la Amarilla, en China y Oriente y la Blanca, en Europa-, habrían sido producto de mutaciones y evolución, combinadas, con el propósito de adaptar nuestros sistemas biológicos originales al clima y ecosistemas del entorno natural.

Para sostener tales afirmaciones, el antropólogo apeló a varios estudios, publicados en Europa entre mediados del siglo XIX y principios de este. Entre ellos, los de Edouard Schuré.    

-Según Schuré- graficó Meißner-, las cuatro razas, que comparten actualmente el Globo, son hijas de tierras y zonas distintas. A través de evoluciones genéticas, sucesivas y diferentes, cada continente ha ido emergiendo, poco a poco, del mar, con intervalos de tiempo considerables. A estos lapsos de quietud entre generación y generación, de decenas de siglos, antiguos sabios de la India los llamaron ciclos antediluvianos. A través de millares de años, cada continente fue engendrando su flora y su fauna, coronada por una raza humana de color diferente.

“El Sur Continental, primero en emerger, desapareció después de unos inicios brillantes, tragado por el último gran diluvio. Este continente, situado en la región que hoy llamamos Antártida y Sudamérica, fue cuna de la Raza Roja. Estirpe de la cual los llamados Indios de América fueron restos. Derivados de los pueblos sobrevivientes, que se salvaron en las más altas montañas, como el complejo de sierras Aconquija, en la región Noroéstica de la hoy Argentina, cuando el continente se hundió. 

“El África es la madre de la raza negra -denominada etiópica por los griegos-. El Asia ha elaborado la raza amarilla, que se conserva en China. La última en nacer, la raza blanca, salió de los bosques de Europa, entre las nieves y tempestades del Ártico y las brisas del Mediterráneo. 

“Siempre según las investigaciones biológicas de Edouard Schuré, todas las variedades humanas contemporáneas son resultado de mezclas, combinaciones, generaciones o selecciones. En las cuales, han intervenido, de uno u otro modo, las cuatro grandes razas. Es decir, que todas y cada una de las razas existentes, contiene moléculas, células, tejidos, e incluso memorias genéticas, en su organismo actual, que provienen de las razas roja, negra, amarilla y blanca. Sea cual fuera su actual color de piel o cultura local.

“En los ciclos anteriores, la Raza Roja y la Raza Negra han reinado sobre la humanidad entonces existente. Sucesivamente, por medio de potentes civilizaciones, que han ido dejando huellas materiales. Sea en objetos artísticos, herramientas, o diversos documentos pictográficos o sistemas comunicacionales como los quipus, de los Tavantisuyus peruanos, donde gobernaba el Inca. También las etnias Diaguitas, Tonocotés y otras, de la región centrada en Santiago del Estero y Catamarca, proveyeron a la arqueología signos de las altas culturas existentes aquí, hace milenios. Según lo demuestra la investigación de los hermanos Emilio y Duncan Wagner. Con mucha semejanza a las pruebas arqueológicas simultáneamente halladas en construcciones ciclópeas de la Antigua India, Egipto, China, o en la arquitectura de México. 

“Tal división de la Humanidad, en cuatro razas sucesivas y originarias, era admitida por los más antiguos sacerdotes de Egipto, aseguró Schuré, en su famoso libro Les Grands Initiés. Apoyado, a su vez, en las aportaciones arqueológicas de otros científicos como François Lenormant -principalmente a través del tratado Histoire des peuples d’Orient. 

“Esas cuatro razas se las halló, artísticamente representadas, en las pinturas que adornan la tumba de Setis I, en Tebas. Donde aparecen cuatro figuras, de tipos y tez diferentes. La raza roja lleva el nombre de Rot. La raza asiática, de piel amarilla, es llamada Aruc. A la raza africana o negra, se la denomina Halasiu. La europea o blanca, de cabellos rubios, fue inscripta como Tamahu. Todas ellas en los murales del faraón Setis.”

-¿Estoy resultando aburrido?- se interrumpió repentinamente Hans Meißner, por un instante.

-¡No, en absoluto, al contrario, es muy interesante! -respondió el arquitecto Degano-, continúen, por favor...

  -Muy bien... -continuó Gerda Groß- siempre según los científicos citados, y otros cuyas referencias podemos proveer, a solicitud, cuando lo necesiten, la Cultura Humana ha comenzado sobre la Tierra hace unos cincuenta mil años, con la raza roja. Esta especie humana se había gestado, paulatinamente, sobre el continente austral. Cuando Europa entera y parte del Asia estaban aún bajo el agua. Las narraciones de pueblos antiguos, como los hebreos o los sumerios,  hablan, también, de una raza de gigantes. Anterior a nuestras especies, ya nítidamente humanoides, a quienes podemos considerar parientes directos. De los gigantes no hay indicios tan numerosos -fuera de los textos del tercer y segundo milenio, antes de Cristo, gestados por las civilizaciones babilónicas e israelitas. Se han encontrado, en cavernas del Tíbet, osamentas con apariencia humana, gigantescas, cuya conformación semeja más al mono que al hombre. Ellas se relacionan -según los criterios científicos mencionados- con una pre-humanidad, primitiva, intermedia, aun vecina de la animalidad, que no poseía ni lenguaje articulado, ni organización social, ni religión. 

-Resumiendo, por fin: -aportó Hans- La raza roja, como hemos dicho, ocupaba el Continente Austral, hoy sumergido, llamado Atlántida por Platón, según las tradiciones egipcias. Un gran cataclismo, lo destruyó en parte, y dispersó sus restos. Varias razas polinésicas, al igual que los Indios de América del Norte, del Sur -y los Aztecas que Hernán Cortés encontró en México-, serían supervivientes de la antigua Raza Roja. Cuya civilización, perdida para siempre, tuvo sus días de gloria y esplendor materiales.”

-Después de la raza roja, la raza negra dominó el mundo- afirmó Gerda. -Para su tiempo, los negros eran un tipo superior, semejantes a los hoy abisinios y nubios, en quienes se conservaría su molde étnico. Los negros invadieron el sur de Europa en tiempos prehistóricos. Gobernaron durante siglos a los blancos. Pero su recuerdo se ha borrado de nuestras tradiciones populares. Han dejado, en nuestro inconsciente colectivo y psicología, sin embargo, huellas indelebles: horror al dragón, que fue el emblema de sus reyes... y la idea de que el diablo ...es negro.  Fíjense que aquí, en Santiago del Estero, le dicen Mandinga... usando para ello el nombre étnico de pueblos que hoy existen, diseminados por gran parte del África: especialmente en Gambia, Guinea, Guinea-Bissau, Senegal, Malí, Sierra Leona, Liberia, Burkina Faso y Costa de Marfil.

-Los negros devolvieron el insulto a la raza rival haciendo blanco a su Demonio- manifestó Hans.

“En tiempos de su soberanía, los negros tuvieron centros religiosos en el Alto Egipto y la Judea. Sus ciudades ciclópeas coronaban las montañas del Cáucaso, de África y del Asia central. Su organización social consistía en una teocracia absoluta.

“Aquellos sacerdotes africanos tenían conocimientos profundos. Como el principio de la unidad divina del Universo. O el culto de los astros que, bajo el nombre de sabeísmo, se infiltró entre los pueblos blancos. Estas derivaciones fueron descriptas por los historiadores árabes, entre los siglos VIII y IX.  Sabios como Abul-Ghari, en su Historia genealógica de los Tártaros, en dos tomos, * o Mohammed-Mosen, historiador de los Persas, consignan descripciones del periodo civilizatorio conducido por la Raza Negra, en la evolución de toda la Humanidad. Así como Sir William Jones, en su Asiatic Research, The Discourse on the Tartars and the Penans.

“Hasta aquí nuestra escueta síntesis, para abonar un esquema cultural, en el que se inscriben los propósitos de nuestra embajada, para colaborar activamente en la reconstrucción de la Historia Universal... Donde hay muchos huecos, deliberadamente impuestos, a lo largo de milenios, por los poderes o caprichos de numerosos grupos tiránicos, empeñados en distorsionar nuestros conocimientos, para su único beneficio”.

Luego de la amena disertación de los alemanes, el arquitecto Degano se los expresó con dicho concepto. Y preguntó de qué manera, los santiagueños, podían colaborar con sus investigaciones.

-Queremos conocer a los Ulalos- dijo el antropólogo.

Se originó un silencio de asombro entre los circunstantes. Luego Degano reaccionó, un tanto desconcertado...

-Los Ulalos…  son seres... sobrenaturales... -titubeó, intentando no emitir algún concepto desafortunado- … creo que míticos, supuestamente conocidos por ese nombre entre las clases populares...

-Nosotros tenemos datos precisos sobre los Ulalos -respondió Gerda Groß-

-¿Ah, sí? -se asombró Degano- ¿De dónde los obtuvieron, si es tan amable de explicármelo?

-De Nouvelle Revue Française, la revista cultural más prestigiosa de París... allí se publicaron extensos fragmentos del diario de Eric Satie… quien los habría conocido, y alternado con los Ulalos, el año 1919, durante su larga estadía en Santiago del Estero... **

-Ah... -dijo Degano, dubitativo-... no sabía de la visita del señor Satie a Santiago… ¿quién es?... ¿un científico?

-¡Uno de los mayores músicos y compositores europeos! ¡Amigo y colaborador del gran Debussy!...-exclamó Gerda.

-Yo sí sé de la visita de Eric Satie...-terció entonces Moisés Carol, intentando auxiliar a Degano, quien se había sonrojado, cosa altamente notoria pues su rostro era muy blanco, bajo un lacio cabello rubio, acicalado.

“Estuvo en una finca de mi abuelo... cerca de Guampacha… Y, también, conozco historias sobre los Ulalos… con mucho gusto les puedo aportar algo, no sé si mucho, ustedes me dirán.”

-¡Oh, gracias, señor Moisés!-exclamó Gerda-

-Quisiéramos encontrarnos con ellos...-agregó Hans...

Luego de un silencio de varios segundos, que reactivó la incomodidad de los santiagueños, Moisés Carol, dijo:

-No sé si podré conseguirles eso... no tengo una relación directa con ellos...

Entonces, Olimpia Righetti acudió en su ayuda:

-No te preocupes, Moisés. Le consultaré a mi amiga, Edith Saganías. Yo creo que ella sí podría hacerlo... 

“tal vez... -agregó, en voz baja, luego.


Fuente: httpsdomokiit.blogspot.com



* Abul-Gari, Abulghazi Bahadur (o Ebülgazi Bahadır Han, 1603-1663) fue gobernante del kanato de Jiva (hoy en Uzbekistán) y un destacado historiador de los pueblos túrquicos que escribía en turco antiguo (chagatai). Tras la muerte de su padre, ʻArab Muhammad Khan, se trabó en una lucha dinástica con sus hermanos y se vio obligado a huir a la corte safávida en Isfahán (hoy en Irán), donde vivió de 1629 a 1639. Con el tiempo ascendió al trono del kanato de Jiva, en 1644 o 1645, donde gobernó hasta su muerte. Fue autor de dos obras que son fuentes importantes de la historia de Asia central: Shajare-i Tarākime o Şecere-i Terakime (Genealogía de los turcomanos), que terminó en 1659, y Shajare-i Turk (Genealogía de los turcos), que dejó inconclusa. Su hijo, Abu al-Muzaffar Anusha Muhammad Bahadur, completó la obra en 1665. Shajare-i Turk se tradujo al francés y, en 1726, se publicó en Leiden bajo el título de Histoire genéalogique des Tatars. La obra presenta una historia genealógica de los turcos desde los tiempos del Adán bíblico hasta 1663. Gran parte del libro narra una historia de la dinastía shaybánida, que gobernó el kanato de Bujará entre 1500 y 1598.

** Nouvelle Revue Française (NRF). Fundada en 1908 por André Gide, esta revista literaria se convirtió en referencia importante para escritores y pensadores de la época, incluyendo figuras como Jean-Paul Sartre y Albert Camus.


Capítulo 15


Índice


Comentarios

Entradas populares