Capítulo 48
Capítulo 23
Durante cuatro días habían deliberado los dirigentes de las Sociedades Rurales del Noroeste Argentino en la ciudad de Salta. Ahora regresaban Alberto Revainera, ruralista y Moisés Carol, ex hacendado, actualmente periodista del diario El Liberal. Corría el mes de septiembre de 1937. Las reuniones habían sido poco alentadoras. El campo -como se denominaban a sí mismos estos propietarios de grandes terrenos en Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y La Rioja- “atravesaba una etapa difícil”.
-No recuerdo un momento de mi vida, desde que tengo uso de razón -decía Alberto, Mientras manejaba por la ruta 9, hacia su empalme con la 34- que no hubiese escuchado esta frase: “etapa difícil”. Siempre estamos atravesando momentos difíciles, los ganaderos o agricultores. Gobierne quien gobierne...
-Sí, yo también...-aprobó Moisés Carol- ¿atribuyes esto a que con tales quejas los ruralistas se victimizan, para obtener mayores beneficios de los gobiernos?
-En parte sí. En parte, también, es real. Aunque, en tal aspecto, he llegado a la conclusión de que la mayor responsabilidad en los problemas que siempre aquejan al campo, las tenemos nosotros. Pues desde que los blancos nos hicimos cargo de la producción rural en estas latitudes, hemos ido desarrollando un sistema completamente irracional... desbaratando el sistema anterior, el que tenían los aborígenes...
-¿Crees que la organización productiva de los aborígenes era superior a la que hoy tenemos en la Argentina? ¿En base a qué?
-En primer lugar, fíjate, que de acuerdo con las primeras descripciones europeas que se escribieron, en estos continentes no existía la pobreza, tal como la conocemos, la vemos y la padecemos hoy. Los cientos de miles de habitantes indígenas de estas regiones tenían todos sus medios de subsistencia, sus viviendas, sus espacios culturales, sin exclusión alguna.
-¿Bajo el gobierno de los Incas?
-Era un control blando, el ejercido por El Tavantisuyu sobre los demás pueblos... fuera de su territorio, que era grande, es cierto, desplegando su reino por franjas o la totalidad, de los que hoy llamamos Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina y Chile.
“La conquista europea hizo saltar en pedazos esta organización natural que se habían dado los pueblos originarios... para instalar, a sangre y fuego «su civilización»... que resultó ser, paradójicamente, mucho menos racional que la antes existente...
-¿Vos crees que el sistema político existente antes de la llegada española era más sustentable que el instalado después?
-¡Claro! Fijate vos, en la parte que a nosotros atañe, que es el Noroeste Argentino, cómo era, más o menos, el sistema productivo aborigen: desde la puna, a 3.000 metros de altura con clima semiárido y vegetación xerófila y arbustiva. Junto a los hilos de agua, arroyos o ríos, los habitantes de la región mantenían sus animales con óptimas posibilidades de pastoreo. Esos mismos pueblos sostenían una agricultura de subsistencia, utilizando las laderas montañosas, donde gracias a la formación artificial de terrazas, para aprovechar al máximo el agua escasa cultivaban vegetales de alto valor energético, como las papas, la quinoa, el ulluco y la oca, perfectamente adecuados al clima y la altura. Su fuerte “comercial”, entonces -aunque ellos no conocían dicho concepto- se sustentaba en el pastoreo de animales domesticados, como las llamas y vicuñas, cuadrúpedos indispensables en estas zonas andinas. Tanto para el transporte individual como para el traslado de todo tipo de bultos. El clima y la disponibilidad de sal favorecían procesos de desecado y conservación de alimentos. Estos pueblos los utilizaban muy bien, para conservar depósitos abundantes de provisiones con destino a proveerlos en tiempo de carencia, o para ser utilizados durante los viajes largos”
-Aquí parece que hay un pueblo... ¿bajamos un ratito a tomar un café?... me hace un poco de frio... es porque estamos en ayunas..-interrumpió Moisés Carol.
-Difunta Correa.
-¿Qué?
-Así se llama el pueblo- indicó Alberto Revainera- tienen un santuario a la santa popular.
-Ah, entonces sí debe haber algún bar, o pulpería... seguramente cada tanto vienen promesantes de otras partes... -observó Moisés.
-Sí, puede ser...
Efectivamente, a poco de entrar al pequeño caserío, vieron un gran cartel sobre una de las construcciones de ladrillo y cemento, con el anuncio “Almacén, Agua Caliente, Bebidas, Comidas Regionales”.
Era una especie de proveeduría, con un pequeño mostrador tras del cual, en varios estantes, se veían paquetes de yerba, arroz, y otros alimentos envasados. Y muchas botellas. En el pequeño salón, había unas cinco mesas, con cuatro sillas cada una. Moisés y Alberto eligieron sentarse junto a la ventana. Un hombre como de cincuenta años se acercó para atenderlos. Pidieron dos tazas de café, bien grandes, y medialunas. Mientras esperaban, continuó la conversación sobre el tema iniciado por Alberto poco antes.
-Continuando hacia el Sur, pues, los indígenas -otras tribus- tenían bajo su control, entonces, esta región cordillerana, otro microclima: el de las sierras subandinas. Con espacios más cálidos y más húmedos que la puna, debido a la descarga de humedad, provocada por los vientos de estas poblaciones, principalmente sobre laderas en las cadenas montañosas. Lo cual dotaba, a su mayor parte, de un clima más cálido, con bastantes lluvias. En esta zona solían desarrollarse bosques densos, selváticos, así como praderas. De las cuales los pueblos indígenas podían obtener una gran variedad de recursos alimenticios, para uso propio, o para el canje por otros productos, del imperio y de las demás regiones.
-Según narraron algunos cronistas antiguos, como el padre Bársana -acotó el periodista Moisés Carol.
-¿Padre Bársana? No lo registro -contestó Alberto.
-Jesuita. Desembarcó en nuestras tierras hacia 1569. Algunos años después lo enviaron a Juli, comunidad aborigen a orillas del lago Titicaca. Estuvo allí doce años, hasta que fue enviado al Tucumán, cuya capital por entonces estaba en Santiago del Estero. Trabajó en la evangelización de los Valles Calchaquíes y más en el Gran Chaco, hasta 1593. Vivió dentro de muchas tribus en región y en el Paraguay, hasta 1589. En ese año fue designado comisario general de la Inquisición. Murió en el Virreynato del Perú, en 1597.
-¡Qué vida!- se asombró Alberto.
-Escribió muchos libros. Algunos en lenguas aborígenes... llegó a entender y hablar once lenguas indígenas. Escribió gramáticas, vocabularios y catecismos en aquellas lenguas. Estos manuscritos aún pueden encontrarse en el Archivo General de Lima. Entre ellos estaría el famoso Lexica et praecepta grammatica, item liber confessionis et precum in quinque Indorum Linguis, terminado en 1590. Conteniendo diccionarios y gramáticas de las lenguas puquina, tonocoté, guaraní, catamarcana y natixana o moguazana.
“Otros escritos impresos de Bársana, son una carta del 8 de septiembre de 1594 con valiosos detalles etnográficos y lingüísticos sobre los pueblos del Tucumán, dirigida a su provincial Juan Sebastián y publicada mucho tiempo después en Relaciones geográficas de Indias, en Madrid, durante el año 1885. Y un manuscrito denominado Arte y vocabulario de la lengua toba -o qom-, publicado unos 300 años después por Samuel Lafone Quevedo en 1893.”
-Me dejas boquiabierto, Moisés -exclamó su amigo Alberto Revainera- Pero claro -agregó luego-, sos un ratón de biblioteca. Con razón tu papá te liberó de llevar contabilidades o asientos comerciales de la familia Carol y sus propiedades.
Moisés se rió. “Bueno”, dijo luego: -seguime contando de tus elucubraciones.
-No, te decía que antes, en la época de los indígenas, aquí había un sistema económico organizado, y racional. Vinimos nosotros, por desgracia, no a cambiarlo para su mejor desarrollo, sino para arruinarlo de un modo irremediable.
“En primer lugar, los esclavizamos. Obligándolos, por primera vez en su historia, a producir para fuera. No para su propio sustento y evolución natural, como venían haciendo hasta el momento. Desde que llegaron los conquistadores españoles, los indígenas fueron usados para enriquecer a personas que jamás habían visto ni verían, como tampoco esas personas conocerían tierras americanas. Pese a que vivían entre grandes placeres y lujos, gracias a las minas de Potosí, Chile y otras explotaciones muy cruentas de los verdaderos dueños de estas tierras, tan cruentas que finalmente acabaron con su absoluta exterminación, en muchos casos.”
Mientras Alberto decía esto, el dueño del bar les colocaba sobre la mesa dos humeantes tazas de café, junto a platos con medialunas calientes.
-Esto mismo... ¿vez?... el café... los portugueses y españoles lo conocieron gracias a los aborígenes... les robaron el producto, y se convirtió en uno de los éxitos comerciales más grandes de la historia, difundiéndose por todo el mundo luego... ¿y qué obtuvieron los indígenas? Sólo Blood, sweat, and tears (sangre, sudor y lágrimas), como publicaría el poetastro inglés Lord Byron, en uno de sus poemas, hacia 1815.
“Y ya que hablamos de ingleses... ellos fueron los que más se enriquecieron, con el oro y la plata extraída de nuestras minas del Perú, Chile y Bolivia y llevadas a Europa por barcos españolas.... gracias a que los inútiles de los gobernantes españoles nunca fomentaron la industrialización, los ingleses se adueñaban de todo ese oro y plata robado a nuestras tierras, cambiándoselos a los gallegos por máquinas, mobiliarios, alimentos elaborados, hasta vestuarios completos, vomitados en serie por sus fábricas textiles.”
-Tomá el café que se te va a enfriar -le dijo Moisés.
Alberto obedeció, endulzándolo con cuatro cucharadas de azúcar y luego partiendo una medialuna salada, para acompañarlo. Durante algunos minutos, ambos amigos desayunaron en silencio.
-Lindo pueblito, para tomarse un descanso por algunos días... -comentó Moisés, que observaba la lejanía, a través del ventanal.
Alberto lo miró. Para replicar, luego:
-Si tienes vocación de monje...
-¡No es para tanto! ¿O acaso prefieres las fiestas ruidosas y colorincheras de Buenos Aires, o los falsos asados criollos de los santafesinos, con ritmo de tarantelas?
-Ni una cosa ni la otra... -dijo Alberto... me quedo con nuestras tranquilas veladas santiagueñas, las de Catamarca, también las salteñas y una que otra excusión a La Rioja, de vez en cuando...
Pronto volvieron al automóvil.
-¿Quieres que maneje un rato? -ofreció Moisés.
-Bueno...-contestó Alberto.
-Así me sigues contando tu evaluación histórica de nuestro proceso productivo estancado, en relación con el pasado precolombino.
-En efecto -continuó Alberto- una vez que hubieron retomado la ruta 9, hacia Rosario de la Frontera.- ¿Hasta dónde habíamos llegado?... ¡Ah!
Hasta los Valles Calchaquíes... aquí encontrábamos, en tiempos del Imperio Incaico, otras regiones bien diferenciadas, como los valles y quebradas y las sierras sub andinas. Algunas ubicadas entre los 2.000 y 3.000 m de altura, con escasas precipitaciones, vegetación de estepa, compuesta principalmente por arbustos y muchos tipos de cactus. También chañares y algarrobos, cuya semilla tenía una gran popularidad alimenticia entre los pueblos de la región. La algarroba se comía triturada o fermentada. Bueno, todavía hoy, casi todos conocemos la aloja, bebida alcohólica, también la chicha. En estas regiones se utilizaba singularmente el cardón para construir edificios, hasta el día de hoy, como puede comprobarse en algunas edificaciones locales.
“En esta región del NOA llegaron a concentrarse varios de los mayores asentamientos humanos de todo el país que hoy llamamos Argentina, antes de que llegaran los europeos. Y aquí se practicó, durante siglos, el cultivo del maíz, el zapallo en sus diversas variedades, así como varios otros vegetales, sobre terrazas de las laderas montañosas y los valles, con altos índices de productividad. Estos alimentos, por cierto, se utilizaban también para canjearlos con otros productos, como herramientas, mobiliarios, animales de tiro u otros elementos de los que las tribus locales carecían.”
“Continuemos descendiendo, hasta llegar a el centro de este ecosistema armónico: Santiago del Estero -sin denominación general, antes de la Colonia, pero que por ser una extensa llanura circular, funcionaba como una olla, adonde descendían los pueblos del Norte y Oeste andinos, pueblos que ya conocían la metalurgia, y por lo cual bajaban a ofrecer sus herramientas a cambio de alimentos propios de otras regiones. También los del Este acudían, fácilmente a través de las llanuras y bosques, a intercambiar recursos, conocimientos, tradiciones, juegos, etcétera, a esta olla mercantil que por entonces se concentraba en nuestra provincia de Santiago del Estero. Así como también acudían los pueblos del Sur. Desde las hoy llamadas provincias de Córdoba, Catamarca, San Luis, San Juan y Mendoza: y también del Sur patagónico.
“Los Tonocotés y Lules, dueños por entonces de la olla, hoy Santiago, aprovechaban el desborde estacional de ríos, Dulce y Salado, que irrigaban en inundaciones anuales el territorio, propiciándolo para el cultivo del maíz, así como otros vegetales alimenticios, complementando la provisión de estas sociedades con la pesca abundante disponible en estos ríos.
“Si se observaba los siguientes territorios hacia el Sur y Oeste, partiendo desde las Sierras Centrales, con sus valles y llanuras confinantes, donde prevalecieron las culturas de Ayampitín (hoy La Falda) e Intihuasi (hoy San Luis), cazadoras de guanacos y de ciervos, junto a recolectores de semillas, que molían en morteros de piedra, convirtiéndolas en harina para la panificación y otros usos. En esta área central de nuestra hoy llamada Argentina, los conquistadores hallaron mayor evolución social, particularmente en su arquitectura, con viviendas más complejas, vestuarios, y otros elementos de su existencia cotidiana. Desde unos mil quinientos años atrás pudieron encontrarse arcos y flechas, así como abundante alfarería, tintes para el teñido de telas, numerosos elementos de labranza. Los comechingones -habitantes mayoritarios en el Sur de Santiago y Norte y Centro de Córdoba, eran pueblos horticultores, habitando numerosos poblados que se diseminaban hasta la hoy San Luis. Estos pueblos desarrollaron sistemas de riego artificial, desviando temporalmente cursos de agua para construir jagüeyes. Criaban camélidos, principalmente la llama, animales que también intercambiaban con otros pueblos para obtener recursos de los que ellos carecían. Los niveles productivos de su agricultura, con variedades de maíz cultivadas en los valles, zapallo y otros vegetales, se complementaban, en su dieta, con la caza y la recolección de mistol, algarroba y chañar.
“Sus sistemas de producción eran comunales y sin diferenciación social. Las aldeas tenían autonomía, reuniéndose habitualmente para fiestas o actividades de recolección o caza estacional.”
-¿Dónde has leído toda esa información? -quiso saber Moisés Carol.
-En ningún lado. Me la contó mi abuelo- respondió Alberto Revainera.
-¿Y de dónde la habrá sacado tu abuelo? -insistió Moisés.
-A él se la transmitieron nuestros antepasados. Y a ellos los indios. No olvides que nuestra familia está aquí hace unos cuatrocientos años. Primero en las misiones jesuíticas, donde es hoy Corrientes y El Litoral. Luego en Atamisqui. Varios de ellos eran curas.
-Muy importante información. Podrías escribirla, para que no se pierda-, opinó Moisés Carol.
-Vos sos el escritor. A mí, escribir más de dos páginas en una carta comercial me resulta fastidioso.
-Bueno, seguime contando. Tenemos tiempo...
-Quería ir a la demostración de que en este conjunto diverso de geografías, culturas y paisajes, existieron sistemas muy adecuados de producción para la subsistencia económica, alimentaria, práctica de los recursos naturales, que además, estos pueblos consiguieron armonizar. Generando una especie de confederación, quizá no proclamada, sino efectiva en la práctica, entre las diversas características de los pueblos andinos de Perú, Ecuador y Bolivia, en la zonas de puna, con crías de animales y cultivos de altura como la papa, con los valles y quebradas más bajos, con sistemas de riego artificial para obtener maíz y otros vegetales. Que en un intercambio fructífero, permitía a todas las etnias propietarias de este ecosistema, el acceso a bienes de recolección, caza y otros provenientes de zonas selváticas. Combinándolas, incluso, con los recursos del Pacífico, como su extraordinaria provisión natural ictícola.
“Los incas, concretamente Túpac Yupanqui, dejaron testimonios de haber navegado el Océano Pacífico: hay una interesante historia en los archivos del Perú donde se narra cómo Túpac Yupanqui, hijo del inca Pachacútec, realizó una expedición hacia las islas de Auachumbi y Niñachumbi en el año 1465, sugiriendo, incluso, que estos aborígenes podrían haber tenido intercambios sociales con algunos pueblos de Oceanía.”
Estaban atravesando la ciudad de Tucumán. Eran las once y media de la mañana.
-Resumiendo, lo que quiero decir, en primer lugar, es que los españoles -nuestros antepasados-, no manejaron correctamente el panorama social, económico y político de los territorios que conquistaron, durante su despliegue militar en América del Sur.
“En vez de aprovechar su organización, integrarlos creativamente, incluso, como parte de los gobiernos, los aplastaron, dedicándose únicamente a saquear sus riquezas.”
-Almagro y Pizarro intentaron hacerlo, con los Incas. Incluso utilizando sus ejércitos: cuando llegaron a Santiago del Estero, la mayor parte de sus fuerzas de choque militar estaban integrados por ejércitos peruanos, comandados por jefes aborígenes.
-Cierto. Pero sólo en calidad de subordinados. Pronto prevaleció la voracidad insaciable de poder y riquezas, no te olvides que después de la conquista de Chile y esta parte de Sudamérica, Almagro y Pizarro se lanzaron el uno contra el otro en una guerra que duraría quince años, asolando territorios, regando el Perú con sangre española y aborigen, logrando casi aniquilarse por completo entre sí.
-Es verdad -concedió Moisés Carol.
-Bien. Dejando esa etapa atrás, los adelantados que sustituirían a Pizarro y Almagro, posteriormente, continuaron, básicamente con los mismos métodos: sumisión de los aborígenes, acumulación de riquezas para ellos y saqueo general para la corona. Durante unos tres siglos, hasta la Independencia. Ningún proyecto consistente, en lo geo político, social y cultural. Sólo extracción, edificando únicamente lo básico para generar infraestructuras que permitieran exportar las riquezas naturales de nuestro continente.
“Los gobernantes que arribaron con la Independencia, desde principios del siglo XIX, básicamente continuarían con el mismo sistema. Exportación de recursos naturales perecederos, principalmente. Sólo que ahora se desplazó como beneficiario principal al reino de España. Para sustituirlo por el reino de Inglaterra.
“La mayor oposición a este propósito suicida fue encabezada por algunos caudillos: Artigas, Pancho Ramírez, José Miguel Carrera y Estanislao López. Aplastados a sangre y fuego por los mercaderes de Buenos Aires, quienes, con préstamos de bancos ingleses armaron ejércitos técnicamente equipados con los arsenales más mortíferos y modernos del mundo, en aquel momento.
“Después, y hasta nuestros días, únicamente Ibarra y Facundo Quiroga intentarían cierta resistencia que iba a durar unos cuarenta años... sólo para recibir un golpe de gracia definitivo, finalmente, hacia 1860, bajo los ejércitos fogueados ya con la genocida Guerra del Paraguay -siempre con financiamiento inglés-, las cuales se volvieron hacia nuestros connacionales y en poco tiempo lograron eliminar todo propósito de una verdadera Nación libre y soberana.
“Diez años más tarde, vendría el aniquilamiento absoluto o sumisión a la esclavitud de todos los pueblos aborígenes del Sur. Regalándoles luego sus tierras a los mercaderes enriquecidos de Buenos Aires... con la complicidad financiera... ¿de quién? Ah, sí. De los bancos ingleses.
“Ingresando desde entonces a este esquema de negocios suicida para nuestra República... la de eternizarnos como proveedores de materias primas y recursos alimentarios perecederos a Inglaterra y Europa... condenando, con ello, a la inmensa mayoría de nuestros habitantes al trabajo casi esclavo, sin esperanza alguna de progreso, por todas sus generaciones.”
Ya estaban cruzando el puente de salida hacia la frontera de Tucumán.
-Entonces, como escuchaste durante mis participaciones en el Congreso Rural del Noroeste Argentino, en estos días, mi propuesta es simple:
“Recuperemos el sistema productivo y de asociaciones político culturales de las comunidades aborígenes del pasado. No sólo porque provengan de aborígenes, cuyos genes todos los criollos llevamos dentro, en mayor o menor medida. Sino porque eran mucho más racionales, fructíferas y armoniosas con nuestros ecosistemas, que cualquier otra que se aplicara en la Argentina desde aquel entonces.
“Formemos una Federación Productiva del Noroeste Argentino. Establezcamos un bloque autosuficiente, en lo económico e industrial, democrático en lo político, orgulloso de sus características identitarias, en lo cultural.
“Y por último, aunque no menos importante: exploremos la vía del Pacífico para el intercambio con otras naciones. Abandonando esta sumisión perversa a los puertos de Rosario y de Buenos Aires.”
-Escribiré mi artículo de opinión sobre estos temas, para acompañar mi informe periodístico sobre las reuniones de Salta.
-Muy bien, Moisés. Te lo agradezco.
-Hermano, hemos crecido juntos, en la actividad común y el pensamiento. ¿Crees que debes agradecerme algo? Pensamos igual... o casi, menos en un asunto: lo religioso. Vos sos católico, yo antroposófico.
-¿Nos detenemos para almorzar en Las Termas? -consultó Alberto.
- Meta.
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