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Capítulo 6

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 En 1668 se había asentado la comunidad Sanavirona -Tonocoté de Lucup Tiquiunky en la comarca que, al momento de nuestra narración se denominaba “Departamento Rivadavia”. Luego de participar activamente del Gran Alzamiento Diaguita contra las huestes y milicias españolas. Aquella insurrección de los pueblos originales mantuvo en jaque a los invasores europeos durante siete años, en todo el territorio,  más tarde fraccionado en provincias: Santiago del Estero, Córdoba, La Rioja, Catamarca, Tucumán,  El Chaco, Salta y Jujuy.  Los sanavirones -que en su idioma significa Pueblo de Piedras Grises- y los tonocotés -Pueblo Colorado- fueron atacados una y otra vez por los europeos. Hasta 1682, año en que, a instancias de los recién llegados padres jesuitas, lograron un convenio con el gobernador de la provincia virreynal del Tucma, don Fernando de Mendoza y Mate de Luna.  Por el cual se les otorgaría cinco mil hectáreas junto a una de las entonces denominadas  Tó eyu Couylpoрó -lagunas: gran

Capítulo 5

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        El martes 7 de mayo de 1935 los alemanes visitaron el Vivero Provincial. Acompañados por una numerosa comitiva de santiagueños, mayormente funcionarios públicos, a quienes encabezaba el gobernador Juan Bautista Castro, caminaron desde el centro de la ciudad hasta el Parque Aguirre. Allí, examinaron con la asistencia de ingenieros y técnicos calificados, diferentes especies vegetales, prevalecientes en nuestra naturaleza regional -el Gran Chaco Sudamericano-. Cerca del mediodía regresaron a la Casa de Gobierno. Donde firmaron, con el doctor Juan Bautista Castro, ministros y el presidente de la Cámara de Diputados de Santiago del Estero, Agustín Argibay, un Acta de Intenciones. En la cual, tanto el gobierno alemán como la empresa Bayer,  por medio de su delegación, cuanto el Gobierno de Santiago del Estero, se comprometían a concretar, en el menor plazo posible, los siguientes procedimientos:   1) La empresa Bayer instalaría un laboratorio en la ciudad de Pinto, con el propós

Capítulo 4

  Edith Saganías, 23 años, era una maestra de Escuela Primaria, que alquilaba junto a Olimpia Righetti un departamento pequeño en la terraza de un matrimonio de ancianos. Sobre la calle Rivadavia, casi Aguirre. Avenida, esta última, por cuyo centro corría una extensa acequia, arbolada con ceibos, lapachos y jacarandás. Edith preparaba el almuerzo para ambas. Sabía que Olimpia no concurriría al asado en la casa del coronel. Ya que los invitados, en realidad, eran los hermanos Wagner. Estos, germanófobos, le habían endilgado a su joven empleada el deber de ir a la cita con el gobierno, pero no el beneficio de representarlos en su posterior convite. Comoquiera que fuese -pensó Edith- hubiese sido mal visto que Olimpia fuese sola al asado. Como tantas otras cosas que se ven mal en nosotras -continuó pensando-, mientras revolvía la sopa. Que sigamos solteras, después de los veinte años... que vivamos juntas, que ninguna de las dos vayamos nunca a misa, ni formemos parte de ninguna cofradí

Capítulo 3

El coronel Carreras De la Silva vivía en una amplia casa junto al Río Mishky Mayu, entre Santiago y La Banda. Además de la pensión militar, sus ingresos provenían de un pequeño ingenio azucarero en San Ramón y una estancia en Punilla, administrada por su único hijo y su ex esposa. De la cual se había divorciado hacía poco más de veinte años.  Construida sobre una lomada pétrea, no era una mansión: sino lo suficientemente grande, apta para reuniones de concurrencia numerosa, como la que se celebraba hoy. Dotada de cuatro dormitorios, terraza amplia, living y comedor separados, un escritorio, sala de armas, ancha galería con mesas muy extensas para todo uso, y un amplio patio, de al menos 100 metros cuadrados. Cercado con una cortina de algarrobos, tuscas y tipas que protegían contra vientos repentinos y dotaban de agradables espacios sombreados a todo el terreno. Aquí y allá se veían algunos ceibos, álamos, jacarandás y palos borrachos. Entre dos ceibos, precisamente, había una pl

Capítulo 2

A las 9:55, cuando Moisés y Alberto ingresaron al salón de reuniones en la Casa de Gobierno, ya estaban los alemanes. En la cabecera de la ancha mesa, junto al gobernador, el médico Juan Bautista Castro.  Entre los alemanes había dos mujeres: una mayor, como de 55 años, con anteojos para miope: al lado de Duisberg; otra, joven y agraciada, entre Rommel y Fritzsche. Además del doctor Castro, por parte del gobierno, estaban el ministro de Hacienda y Obras Públicas, Lorenzo Fazio y el Secretario de Seguridad de la Provincia, comisario Roberto Montes. Junto a él la profesora Olimpia Righetti, con el abogado Bernardo Canal Feijóo. Hacia el lado izquierdo del gobernador, el ingeniero Juan Christensen; Moisés y Alberto se ubicaron junto a él. Uno o dos minutos después llegaron los diputados Justiniano de la Zerda y Marcos Rojas, quienes se ubicaron al lado de Alberto Revainera. Puntualmente, comenzó la reunión. La secretaria del gobernador leyó un breve currículum de los visitantes.  Ca

Capítulo 1

Nueva novela . En este blog iremos publicando sus capítulos. A razón de uno por semana. Recibiremos con agrado vuestras observaciones, aportes o comentarios. Julio Carreras (autor) 29 de mayo de 2024 Los Ulalos Capítulo 1 En el otoño de 1935 Garza iba tomando, paulatinamente, aspecto urbano, con esbozos de calles más o menos delimitadas, rústicamente trazadas, entre casitas similares, de ladrillo industrial y adobe; todas por detrás y alrededor de la imponente Casona de los Revainera. La cual se alzaba frente al Ferrocarril, separada de la Estación y las vías por unos 200 metros y una ancha acequia de riego. Dicha casona había sido -de algún modo lo continuaba siendo- el casco de la Estancia. Unas 20.000 hectáreas de campo donde, desde mediados del siglo XIX, se habían efectuado labores de producción agropecuaria, forestal, e incipientemente industrial a un comienzo -relacionadas más que nada con el autoabastecimiento para la poco numerosa población local. Luego, desde la década de 1