Capítulo 49

 Capítulo 24



    Otra vez Gretchen von Herrera, joven esposa de Orfelio Ulises, se despertó sola en la oscuridad sobre el lecho matrimonial que compartían en la pequeña casa de vacaciones.  Se iba acostumbrando a ello. Desde que se conocieran con su marido en El Tibet, a finales de la década de 1920 -ella con 17 años, él ya con 36-, y se casaran, luego, bajo el rito de los Monjes Tibetanos pero también el de la Iglesia Católica de Cizhong, provincia de Yunnan, China, en la frontera oriental del Tíbet.

    Como cada vez que ocurría, se levantó y subió pausadamente las angostas escaleras hacia la minúscula terraza junto al altillo. Y al salir encontró, como esperaba, a Orfelio, desnudo, sentado sobre una silla de madera y tiento. Observando al parecer alguna estrella del Sur, perdida entre los millares de puntos celestes que titilaban contra el infinito cielo nocturno de la ciudad de Pinto, en Santiago del Estero. No la sorprendían este tipo de rituales nocturnos. Había crecido en una familia donde su padre, Rudolf Hess, era miembro de la orden Ritter des Feurigen Rosenkreuzes. Originada en el reino de Baviera, hacia el siglo X. Comando místico que oportunamente,  se había ocupado de capturar,  juzgar y condenar a los miembros corruptos de la nobleza gobernante y de la Iglesia Católica. Para ejecutarlos y luego prenderles fuego, atados a una cruz de hierro.


    Hoy, 4 de octubre de 1937, Rudolf Hess era Stellvertreter des Führers, es decir, lugarteniente de Adolf Hitler. Había asumido oficialmente este puesto en abril de 1933. Responsable de supervisar el Partido Nacionalsocialista (NSDAP), tenía autoridad para firmar leyes y decretos en nombre de Hitler, cuando este no estaba presente. Pero ellos -Gretchen y Orfelio- no asignaban importancia a tales pormenores humanos. La existencia real era la que se procesaba en otros planos, según su mismo padre le enseñara a Gretchen, y Grandes Maestros tibetanos a Orfelio Ulises Herrera Serra, su esposo argentino, de la etnia Comechingón.

    -¿Necesitas algo? -preguntó Orfelio sin volver la cabeza, suavemente.

    -Sólo saber si estás bien... -dijo Gretchen con tono afectuoso.

    -Estoy bien -murmuró Orfelio-. Aunque conmovido. Un acontecimiento trágico se está gestando contra Santiago.

    -¿Contra la provincia?

    -Contra la ciudad.

    -¿Ocurrirá pronto?

    -El 11 de octubre.



***


    Para el lunes 11 de octubre de 1937 se había anunciado el estreno, en el cine Petit Palais, de la película argentina Los muchachos de antes no usaban gomina.  Dirigida por Manuel Romero, y que tenia como protagonistas a Florencio Parravicini, Mecha Ortiz, Santiago Arrieta e Irma Córdoba. Una cinta que estaba recorriendo el país con gran éxito, y al parecer, también, colmaría la sala del cine santiagueño, pues, desde una semana antes habían comenzado a comprarse entradas y reservaciones, personalmente y por teléfono.

    Según el diario El Liberal, que había promocionado generosamente esta exhibición, su argumento se desarrollaba más o menos del modo siguiente:

    Alberto Rosales, interpretado por el actor Santiago Arrieta,  era un joven “de buena posición social”, pero que “por las noches se dedicaba a beber, bailar tango y frecuentar lugares de mala fama” con su amigo, El Mocho Ponce (Florencio Parravicini). Su familia, en especial su padre Carlos Rosales (Martín Zabalúa) y su novia Camila Peña (Irma Córdoba), le piden que abandone “esas modas pasajeras y siente cabeza”, pero no logran convencerlo. Una noche, Alberto conoce a la rubia Mireya (Mecha Ortiz), una mujer por la que se pelean dos maleantes del barrio, y se enamora de ella. Alberto defiende el honor de Mireya en un combate a cuchillo, y ella se enamora de él también.

    Tiempo más tarde, Alberto abandona a Camila. Su familia se indigna al enterarse de su relación con una mujer de origen “tan bajo” como Mireya, y su padre lo convence de volver con Camila y comprometerse en matrimonio.

    En paralelo, su amigo, El Mocho Ponce, visita a Mireya, le da la noticia del casamiento y la convence de cortar sus lazos con Alberto para siempre. Mireya “vuelve a su vida desdichada de antes, mientras Alberto se casa con Camila y tienen hijos”.


    Durante el mismo domingo 3 de octubre de 1937 que El Liberal publicaba esta gacetilla de la película, aterrizaba en el aeropuerto de Cachi Pampa, a las dos de la tarde, un avión militar inglés, trayendo dentro, además de su tripulación habitual y un par de oficiales custodios, a Sir Trevor Hardwick. Trade Advisor to His Imperial Majesty King George VI of Great Britain.

    -¡Puta que lo parió a este tipo! -bramó el gobernador Pío Montenegro, cuando le avisaron por teléfono. -¡Venir a Santiago sin aviso! ¡Y justo a la hora de la siesta!

    -Quiere reunirse de inmediato con usted... -le avisó con voz temblorosa el único policía de guardia en la Casa de Gobierno.

    -¡Decile que se vaya a la mierda! ¡Que espere hasta mañana, lunes, día hábil! ¡Indicale cómo tiene que hacer para alquilar una habitación en el Hotel del Globo! ¡Que vaya y espere allí, hasta mañana, con su comitiva!

    Del otro lado del tubo no se escuchó respuesta... el agente de policía se había quedado silencioso, asustado...

    -¿Dónde están esos culiados? -preguntó, por fin, el gobernador.

    -Aquí, señor... al lado mío... son un montón... encima, parece que ninguno sabe castellano... a gatas les hei lograo entender que quieren verlo de inmediato...

     -Bueno... quédate tranquilo... haceles un café, si quieren, si no han almorzado nada, deciles que vayan a comer un sánguche en la Confitería del Águila... Yo ya me visto y voy...

    “¡Puta que lo parió, que lo parió, que lo parió!” estalló en gritos Pío Montenegro, apenas colgó el teléfono, mientras pateaba la pared con fuerza hasta que se le salió una de las chancletas acolchadas y pateó descalzo, pero siguió gritando: ¡Ay, ay, ay, carajo!

    -¡Qué te pasa!...-preguntó su esposa Ofelia...

    -Estos hijuna gran putas de los ingleses, se les ocurre venir sin avisar, encima, un domingo a la siesta... hacé el favor... llamalo a tu hermano, decile que venga a la casa de gobierno, lo antes que pueda, y que traiga, si puede, a alguno de los diputados... ¿Sabes de alguna santiagueña que sepa inglés?... aunque sea un poco... estos gringos no saben niaca de castellano, y io no sé niaca de inglés... así que si no conseguimos alguien que traduzca, no sé qué carajo vamos a conversar...

    Ofelia Eberlé pensó en voz alta, mientras llamaba por teléfono a su hermano, diputado nacional: “No me contesta Enrique”, dijo, y seguidamente: “¿Ernestina Vieytes, puede ser?... ella estuvo viviendo en Inglaterra... ¿Hola, Enrique?... sí... dice Pío que vengas urgente... hay una situación inesperada... vení, aquí te va a explicar... no, no, no puedes venir más tarde, ahora tiene que ser, ahora...”

    -¿Quién es Ernestina Vieytes? ¿Esta que vive aquí a la vuelta, en la  9 de Julio? -preguntó el gobernador desde la habituación contigua, mientras se cambiaba de ropa.

    -Sí... ella estuvo casada con un inglés... un viudo, que tenía cuarenta años más que ella... cuando se murió el viejo, volvió... pero estuvo diez años allá, en Inglaterra... ahora da clases particulares en su casa... -contestó Ernestina.    

    -Bueno, llamala...-gritó Pío Montenegro, desde el baño- ¿Tendrá teléfono?

    -Sí tiene... ahora la llamo...

    Media hora después salían, en un automóvil con chofer, hacia la casa de gobierno, Ernestina Vieyra y Pío Montenegro, donde descendieron cinco minutos después... ya que distaba, apenas, unas seis cuadras desde la casa del gobernador.

    -Yo te voy a presentar como la Traductora Oficial del Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero... -le había dicho Montenegro a Ernestina, por el camino: -vos no digas nada... solamente traducí al criollo lo que estos tipos digan, y traduciles al inglés lo que yo les conteste...-indicó.

    Los ingleses esperaban con gesto adusto.

    Montenegro se disculpó por haberlos hecho esperar, aunque señalándoles que en Argentina los domingos son días feriados, y nadie trabaja, incluso por motivos religiosos.

    El único que habló de ellos, Trevor Hardwick, sin prestar atención a ese tema, y respondiendo que ya habían almorzado en el avión -pues Ernestina les había reiterado un ofrecimiento en tal sentido-, agregó que la reunión iba a ser muy breve.

    Pues solamente habían venido a comunicar una decisión emitida desde los más altos niveles del reino de Inglaterra. La cual se trataba del pedido, cortés pero taxativo, de que el gobierno de Santiago del Estero rescindiera de inmediato cualquier acuerdo concertado con el gobierno alemán o alguna empresa privada de dicho origen. Solicitándoles, además, que se retiraran inmediatamente, con todo su personal, equipamientos e instalaciones, de todo el territorio santiagueño.

    Ello por haber constatado, a través de precisos estudios de Inteligencia, efectuados por la Red Internacional del Imperio Británico y sus aliados, que en esta provincia se estaban efectuando prácticas, estudios, descubrimientos científicos y producción de todo tipo de elementos, químicos y militares, que ponían en un alto riesgo la seguridad no sólo de la comunidad inglesa, sino de todos los habitantes del planeta Tierra.

    Cuando el gobernador Montenegro, luego de manifestarse asombrado por tales afirmaciones y particularmente por la intimación, que consideró “apresurada”, preguntó sobre qué bases obtenían ellos las pruebas y argumentos para endilgar tales acusaciones a la delegación alemana, sin decir palabra, el asesor de negocios del rey inglés le extendió una carpeta, con varias hojas escritas en inglés. De las cuales el gobernador santiagueño no entendía nada, pero luego de haberlas ojeado, sí pudo ver algunos detalles de fotografías borrosas, algunas a color, donde se percibían escenas como las de varios hombres  rubios, evidentemente alemanes, en ropa deportiva, en algo que parecían juegos con avioncitos a control remoto, y otras de espacios internos, en los que se veían diversos aparatos, algunos bastante voluminosos, que él no pudo identificar.

    Puso la carpeta sobre la ancha y extensa mesa alrededor de la cual conversaban, y dijo a sus incómodos visitantes:

    -Lo siento señores, pero no puedo darles una respuesta inmediata.

    Ellos continuaron impávidos, durante algunos segundos. Luego Hardwick preguntó:

    -¿Cuánto demorará en responder?

    -No sé... -respondió Montenegro... una semana... un mes... estos acuerdos no los hice yo... hay firmados contratos... algunos con treinta años de cumplimentación... Debo consultar a la Legislatura... Ellos podrían considerar que esta intimación de un gobierno extranjero a nuestra provincia es una injerencia ilegal en nuestros asuntos internos...

    El rostro de Hardwick se había puesto más duro aún, si esto fuera posible. Ya que se trataba de un individuo flaco, inexpresivo, de tez amarillenta y con galera, la cual no se había quitado en ningún momento, ni siquiera para saludar al gobernador.

    -Está bien-, exclamó, por fin. -Ustedes son dueños de su destino. Sólo queda decirles, por encargo expreso del Most Reverend George VI, King of England and much of the civilized world, that this could bring dark consequences to his province and his country.

    -¿Qué dice este tipo? -preguntó por lo bajo Pío Montenegro a Ernestina Vieytes. Quien se lo traduciría al castellano de inmediato:

    -Que de acuerdo la decisión del reverendísimo Jorge VI, rey de inglaterra y gran parte del mundo civilizado, esto podría trarle a su provincia y a su país oscuras consecuencias.

    -Muy bien, señores. Esta reunión ha terminado -dijo entonces el gobernador de Santiago del Estero, poniéndose de pie. -No les quitaré más tiempo, dado que sin duda tienen asuntos muy importantes para atender. Así que los libero de la obligación de continuar aquí. Mis beneplácitos a su majestad y sus gobernantes, de la apreciada nación inglesa, por nosotros muy respetada, con la cual esperamos seguir manteniendo relaciones amistosas y tan prósperas para ambas partes, como las disfrutadas hasta el presente.

    Luego de lo cual, los visitantes se fueron.


    Sin regresar a su casa, Pío Montenegro caminó, apenas se habían ido los ingleses, hasta la casa del Gaucho Castro. Que estaba apenas a dos cuadras de la casa de Gobierno. Eran ya como las cinco de la tarde. Luego de que lo atendiera el ex gobernador, en pijama, se disculpó:

    -Perdoná que te haya hecho levantar de la siesta, querido... -exclamó Pío Montenegro, antes que nada...

    -No, es que anoche hemos tenido un casamiento... -respondió el doctor Castro- ...encima, en Loreto... hemos llegao aquí, de vuelta, como a las nueve de la mañana... ni hemos almorzao… así nomás mei tirao a dormir...

    -Ah, mirá vos... ¿quién se ha casado? -preguntó Montenegro, con interés.

    -La hija de Juan José Cavalottti… con un chango cordobés, de Villa de María del Río Seco...

    -¡Ah, mirá vos! ¡Qué bien! ¡Linda la hija de Juancho!... Y lo que es más importante: bien educada...-respondió Montenegro, al parecer olvidado de su anterior preocupación. -¿Y cómo se llama el chango? ¿A qué se dedica?

    -Francisco Toranzo Lugones se llama. Es ingeniero agrónomo.

    -¡Ah, qué lindo!... ¡Me alegra mucho por Juan José y también por la familia del chango, aunque no los conozco... ¿son parientes de Leopoldo Lugones, el poeta? -quiso saber el gobernador Montenegro.

    -Sí, claro... Leopoldo es de allí... el papá del chango es sobrino de él... -explicó el ex gobernador Castro.

    -Mirá vos... -comentó Montenegro. Y cambiando rápidamente de tema, indicó: -Perdoná, de nuevo, Juan Bautista, pero me trae un tema jodido e inesperado... 

    -¿Qué ha pasado? -se alarmó el Gaucho Castro.

    -Han venido los ingleses...

    -¿Los ingleses? ¿Qué ingleses? ¿De donde han venido?

    -¡De Inglaterra! ¡Directamente de Inglaterra, se han venido, los muy hijos de puta! -se enojó Pío Montenegro- ¡y encima a la siesta! ¡son iguales que los porteños, no les entra en la cabeza el concepto de que los santiagueños dormimos la siesta... que no tienen que venir a jodernos, ni llamarnos por teléfono, ni nada, a la siesta!

    -Los porteños han aprendido eso de los ingleses... los admiran, qué digo, los adoran a los ingleses... y a los franceses, como si fueran dioses- replicó el Gaucho Castro. -Bueno. Interpeló luego. Contame a qué vinieron los tipos.

    -Te la hago corta -exclamó Pío Montenegro-: quieren que los echemos a los alemanes.

    El ex gobernador abrió los ojos, mirando a su amigo y correligionario como si hubiese dicho un chiste... y luego lanzó una fuerte carcajada.

    -¿Que los echemos? ¿Están chiflados? ¿Qué nos van a dar ellos, a cambio?

    -No habló de darnos nada... solamente amenazaron con algo muy vago... como algo oscuro... no se si habrá traducido bien la Ernestina Vieytes, que la he llevado como traductora... algo indefinido...

    -Ah, encima amenazan... ves, lo que te he dicho siempre... los ingleses no sirven ni para un carajo... mejor tenerlos lejos que negociar con ellos... no hay que darles pelota... nos quieren correr con la vaina... no van a hacer nada... les tienen miedo a los alemanes, quieren perjudicarlos y meterles obstáculos por todas partes porque son un pueblo trabajador, que se ha levantado de sus cenizas en estos últimos años, y los están superando a ellos en todo lo que ellos también hacen, industrias metalúrgicas,  del transporte, electrotécnicas, químicas, alimentarias, en fin, los están pasando por encima... y nosotros, que en tiempos normales no existimos, creen que venir y sacar todas nuestras riquezas es su derecho, ni nos piden permiso, sino vienen y sacan, dejándonos completamente empobrecidos, ellos, creen que cualquier cosa que nos digan nosotros tenemos que obedecer, como dóciles perritos falderos. Igual como hacen los de Buenos Aires... pero tenemos que demostrarles, una vez más, que no, que nosotros no somos así...

    -¿No será mejor consultar con los alemanes, discretamente, explicarles el asunto y pedirles con toda cortesía un alejamiento temporal, hasta ver si mejora el panorama con los ingleses? -murmuró dubitativamente Pío Montenegro.

    -¡No!... ¡Los alemanes están al tanto de todo! ¡Seguro! ¡Tienen sus propios servicios de Ingeligencia! ¡Y qué servicios! ¡Han inventado la máquina Enigma, para comunicarse entre ellos con un lenguaje cifrado, que nadie en el mundo hoy ha podido descifrar!... No tenemos que decirles nada a los alemanes. Y seguir adelante con el acuerdo. Por si te quedan dudas: le estamos pagando a toda la Policía de la Provincia con los impuestos que pagan los alemanes. Ellos han construido rutas hasta todos los lugares donde han instalado sus emprendimientos científicos, agrícolas o de investigación, favoreciendo así a poblaciones que antes estaban incomunicadas... Además de eso, hemos firmado contratos cuyo cumplimiento se pautaron por treinta años... hasta 1965... nosotros ya ni vamos a estar y los acuerdos con los alemanes se tienen que seguir cumpliendo... sino, ¿sabes qué agujero nos pueden hacer ante tribunales judiciales internacionales?...

    El Gaucho Castro aleccionó durante un largo rato a su amigo Pío Montenegro. Cuando este se retiró de su escritorio particular, aún con dudas, el gobernador se había convencido ya de que debían mantenerse firmes en el camino emprendido hasta ahora.

    Al día siguiente, a primera hora, apenas llegó a su oficina en la Casa de Gobierno, el doctor Pío Montenegro ordenó a su secretario que redactase una nota muy cortés, pero firme, al encargado de negocios de la Embajada Inglesa en Buenos Aires, agradeciendo “la sugerencia” recibida de parte del señor Trevor Hardwick, así como el material informativo adjuntado, pero que, pese a ella, el gobierno de la Provincia de Santiago continuaría, en términos generales, con todas las políticas públicas y compromisos asumidos con anterioridad, sin modificar ningún aspecto ejecutivo de tales emprendimientos del Estado Provincial santiagueño.

    La carta llegó a Buenos Aires en el tren Estrella del Norte, al día siguiente, por la tarde. Y a la Embajada inglesa el miércoles 6 de octubre de 1937. Luego de leerla, el embajador inglés para la Argentina y el Paraguay, Esmond Ovey,  le ordenó a su asistente que enviara al nigromante Aleister Crowley un telegrama, con un mensaje muy breve, el cual, sólo decía: PROCEDA.


    En el Sur de Argentina, Aleister Crowley venía preparando un ataque psíquico a Santiago del Estero desde que llegara. Frecuentes aterrizajes de helicópteros en la estancia de Bassin Buthocks, un inglés amigo de Crowley, le proveían de elementos necesarios para realizar este tipo de embestidas energéticas etéricas. Los helicópteros transportaban, desde la colonia inglesa en Islas Malvinas, cerdos, serpientes enviadas desde África, palomas, y numerosos otros animalitos, que debían ser sacrificados para utilizar su sangre en diversos rituales de magia negra.

    Para sintetizar la explicación de las características esenciales que tiene en ámbitos ocultistas el Ataque Psíquico, reproduciremos a continuación un fragmento del libro de Dion Fortune, Psychic Self-Defence:

    En el verano de 1926 vi en los periódico un párrafo que describía la muerte de cierto hombre y su mujer, que tuvo lugar a pocas horas una de la otra. Un par de años antes había sido consultada por una amiga de la esposa, que estaba profundamente perturbada por el estado de las cosas, y sospechaba una interferencia psíquica. La esposa, Mrs. C. la llamaremos, había empezado a estar preocupada por pesadillas, despertándose en un estado de miedo intenso, oyendo el eco de palabras amenazantes resonando en sus oídos. Aproximadamente al mismo tiempo el marido, Mr. C., desarrolló lo que a primera vista parecían convulsiones epilépticas. Un diagnóstico cuidadoso por especialistas, sin embargo, determinó que, aunque epileptiformes, no eran una verdadera epilepsia. [...]

    No se discernió nada en absoluto con relaciona Mrs. C. 

     Entre los frecuentadores de la casa había una amiga íntima de Mrs. C., una mujer de peculiar temperamento psíquico, que siempre llamaba madre a la señora, y estaba singularmente apegada a ella. Ella estaba también muy apegada a Mr. C., pero sus sentimientos nunca excedían, exteriormente en cualquier caso, los límites de propiedad. [...]

     Mrs. C. sin vacilación identificó a Miss X -así la llamaremos-  como una joven bruja. Se hicieron entonces investigaciones concernientes a su historia, y se descubrió una historia muy curiosa.

    [Algún tiempo más tarde] Mrs. C. dijo que no quería tener que ver más con Miss X. Mr. C. […] Poco después de esto Mrs. C. empezó a sentirse mal, la indisposición progresó lentamente, hasta que finalmente, aunque no tenía síntomas definidos, se vio obligada a consultar a un doctor en razón de su debilidad en aumento persistente y una sensación de malestar. Se hizo un diagnostico de un cáncer de matriz rápidamente creciente. Se llevó a cabo una operación, que dio un alivio temporal, no se esperaba que hiciera nada más, y ella fue para abajo constantemente.

    Hacia el final cayó en la inconsciencia, y al mismo tiempo Mr. C. también se volvió inconsciente, teniendo aparentemente una de sus crisis en el sueño, del que nunca se despertó. Murieron a unas pocas horas uno del otro.

[…]

    Tomado separadamente, cualquiera de los incidentes de esta historia extraña y llena de acontecimientos puede ser justificado, pero tomados conjuntamente hacen una historia curiosa, especialmente cuando se recuerda que [tras una investigación psíquica habíamos detectado] la existencia de una persona con facultades anormales que estaba interesada en Mr. C.

    El cáncer es una enfermedad sobre la que ciertas hipótesis ocultas arrojan algo de luz. Se cree que es una enfermedad del doble etérico, no del cuerpo físico, y que el factor de infección es un "Elemental del Cáncer".**

[…]

     Miss X. retenía subconscientemente las experiencias y los poderes que habían sido suyos durante la vida anterior cuando estuvo implicada en un culto brujeril. Ella también retenía su pasión [de esa encarnación anterior] por Mr. C., una pasión que, obviamente, no era correspondida. Empleó su poder de proyección del cuerpo astral para visitar a Mr. C. por la noche, durante el sueño. 

    [...] Los sueños de Mrs. C. obviamente se relacionaban con la misma visitante astral que causaba los ataques de Mr. C. No hay, desgraciadamente, registro alguno para mostrar en qué fase de la luna tuvieron lugar estos ataques, pero presumiblemente en la fase de Hécate, que es el período de la brujería del mal.

    [...] Diana, uno de los aspectos de la Luna, de la que Hécate, la diosa de las brujas, preside sobre los órganos reproductores de la mujer.

     La enfermedad de Mrs. C. empezó a aparecer poco después de que Miss X. 

    [...] Téngase presente que dos años antes de que estas cuestiones acaecieran, fue sospechado el trabajo de una bruja en conexión con los ataques epileptiformes de Mr. C., y fue indicada la naturaleza de su relación con él; e investigaciones posteriores revelaron los curiosos hechos en conexión con la historia [en una encarnación anterior] y el hogar de Miss X.; nótese también que los acontecimientos que posteriormente ocurrieron son como los que han sido registrados en muchos relatos de juicios de brujas. 


    Hemos abreviado en lo posible la cita, mucho más extensa: para comprenderla, agregaremos que la autora atribuye a conflictos vividos, en encarnaciones anteriores, entre las dos personas atacadas y la actual atacante. Quien los efectuaba de un modo inconsciente, pero fatalmente eficaz. Aleister Crowley, quien había comenzado su carrera brujeril siendo miembro de la Orden Hermética de la Golden Dawn, donde la escritora impulsaba actividades psíquicas con el propósito de proteger a víctimas de los ataques psíquicos, había sido expulsado de ella por su interés en ejercer tales poderes en sentido inverso: es decir, para dirigirlos contra potenciales víctimas, a quienes se considerase “enemigas” o, simplemente, con el propósito de quitarles sus propiedades materiales u otros fines de beneficio personal. Aunque, con el tiempo, se verificaría que muchas de las atrocidades cometidas durante toda su vida por el practicante de Magia Negra, se debían a pura perversidad.

    No describiremos las crueldades o las maniobras perversas de Crowley y sus secuaces -o más bien deberíamos decir sus esclavos psíquicos-. Ya que, para obtener el apoyo de estos espíritus elementales, que se nutren ávidamente de las emanaciones energéticas provocadas por el sufrimiento y el dolor de los seres humanos, así como también de animales y plantas torturadas, los magos negros efectúan todo tipo de violencia y abusos inenarrables sobre numerosas víctimas, con lo cual obtienen una enorme disponibilidad de energía oscura, tóxica y desintegradora, que puede ser direccionada hacia objetivos materiales, con ayuda de especies de parásitos metafísicos, que pululan en la atmósfera terrestre, para generar grandes efluvios luctuosos sobre la naturaleza terrestre, su fauna, su vegetación o su humanidad. Nos limitaremos a narrar las consecuencias concretas de tal manipulación, tortuosa, repugnante y compleja, establecida como procedimiento habitual en su indecente y sicalíptica existencia por el brujo inglés.


* Elementales: ciertas clases de espíritus subhumanos. Algunas veces que uno de tales elementales toma posesión de un cuerpo humano -generalmente seres viciosos cuyas almas pesadas se resisten a abandonar el mundo, luego de la muerte-  y de este modo añade una inteligencia extra a tal ser. Al renacimiento de aquel espíritu que generó este cuerpo de pecado, la atracción natural les une, pero debido al elemental que anima el cuerpo de pecado, el espíritu se hace diferente de los otros miembros de la sociedad y entonces los vemos actuando como médicos o nigromantes. Estos espíritus elementales también actúan como espíritus de control de los médiums. Habiendo alcanzado poder sobre un médium durante su vida, cuando éste muere, estos espíritus de control elementales le expulsan de los vehículos que contienen la experiencia de la vida y como consecuencia de ello este espíritu puede atrasarse en su evolución durante edades sin cuento, porque no hay poder que pueda obligar a los mencionados elementales a abandonar su presa una vez que han ganado control sobre un cuerpo. (Max Heindel - Diccionario Rosacruz. 1909, USA - Editorial Kier, Buenos Aires, 1971.) 

* * El libro Psychic Self-Defence de Dion Fortune fue publicado originalmente en el año 1930. Esta obra se convirtió en un clásico dentro del ámbito del ocultismo y la defensa psíquica, ofreciendo una mirada profunda sobre ataques paranormales, proyecciones astrales y métodos de protección energética. (Copilot-Microsoft.)




    Aquella mañana del 11 de octubre de 1937 había amanecido fresca y agradable, aunque con cielo levemente nublado. El placero de la Plaza Libertad llegó como siempre a las siete de la mañana, depositó su bicicleta junto a las numerosas de otros compañeros contra una pared del ancho patio municipal, y salió a ocupar su puesto de trabajo con la manguera enrollada bajo su brazo derecho. La enchufó en una canilla y comenzó a regar, cantero por cantero, las numerosas especies florales, los árboles, el césped. Cuando llegó a los canteros de los rosales, vio que en uno de ellos todas sus plantas habían sido quemadas, al parecer deliberadamente, y presentaban un aspecto desolador, totalmente negras por el fuego, sin que hubiese sobrevivido ninguno de los catorce rosales florecidos que tanto amaban los transeúntes, por su magnificencia y diversidad colorida -con flores blancas, rosas, celestes-, hasta ayer. Tratando de encontrar indicios de un incendio intencional que hubiera provocado tal catástrofe ecológica, el placero revisó minuciosamente el suelo, el pequeño cordón de ladrillos que rodeaba el cantero, y la tierra oscura de su interior. No encontró absolutamente nada: ni cenizas, ni papeles quemados, ni fósforos usados allí, ni maderos chamuscados. Entonces acudió alarmado al despacho de su jefe, para comunicarle la novedad. Una vez que el obrero hubiese regresado a continuar con sus tareas, el jefe de sección se comunicó por teléfono con Umbídez, avisándole sobre la extraña novedad.

    De tal manera fue como los Ulalos llegaron a enterarse anticipadamente de que algo fatídico podría estarse preparando para  perjudicar a Santiago. Tras un rápido examen metafísico de todo el territorio argentino,  estos seres que, como dijimos, tenían la facultad de transportarse a largas distancias en formas de ondas energéticas invisibles, detectaron, cerca del mediodía, que en la provincia de Río Negro, desde el casco de la estancia Field of Mars, de propietarios ingleses, se estaban realizando una serie de rituales satánicos, comenzando a emanar muy densas columnas de energía negativa en su alrededor. Al indagar más cuidadosamente, descubrieron que el nigromante Aleister Crowley preparaba un ataque, para esa tarde, contra el cine Petit Palais, en Santiago del Estero. Donde, a las seis de la tarde, iba a estrenarse la película Los muchachos de antes no usaban gomina, con taquilla casi completamente vendida.  Los ingleses preparaban un ataque psíquico de gran magnitud, evidentemente, sobre esta multitud de personas, que se reunirían hoy, en el cine Petit Palais… terminando por incendiarlo completamente, con toda esa gente adentro, como lo habían hecho a las tres de la madrugada, con el cantero de rosas en la plaza Libertad. Seguramente ensayando la potencia destructiva de sus manipulaciones cósmicas pervertidas.

    Rápidamente decidieron un plan de acción, para contrarrestar el atentado. A partir de las 17:30 establecerían un globo de protección cósmica alrededor del cine y la Iglesia Catedral, que posiblemente formaba parte de los objetivos buscados por los agresores para perjudicar a Santiago.

    Umbídez ingresaría al cine, como un espectador más. Desde dentro, por medio de una interacción metafísica, mantendría a los demás Ulalos al tanto de todo lo que sucedía.

Aleister Crowley


    Mientras tanto, desde la estancia Field of Mars, los numerosos seres pervertidos que actuaban bajo la férula de Aleister Crowley, habían comenzado con sus actividades crueles, cerca de las tres de la tarde, luego de desayunar con animales vivos, los cuales devoraban después de amputar sus miembros, para evitar su fuga.

    Como a las 17:28, repentinamente dejó de sonar el teléfono en el cine Petit Palais. El encargado de la boletería, en su pequeño reducto tras un vidrio, se dio cuenta de ello y se sintió aliviado. Estaba allí desde las 16:00, todo el tiempo atendiendo incesantes solicitudes de reservaciones para la función que comenzaría en dos horas. En la vereda, ya había personas esperando a las 17:00. A esa hora el ordenanza abriría las puertas, y no había cesado el desfile de mujeres, hombres, adolescentes, ancianos, que desfilaban para comprar sus entradas o ubicarse, directamente, cuidando su sitio reservado con anticipación, dentro del cine.

    A las 18:55, afortunadamente, la última pareja de espectadores ingresó apurada a su ubicación en el gallinero, a través de la ancha escalera en un costado del vestíbulo.  Por fin, a las 18:15, con las entradas agotadas, el cine lleno, y la película comenzada, el joven encargado de la boletería quiso tomarse un respiro de algunos segundos comunicándose por teléfono con su esposa, y actualizarse así, también, de cómo estaban en su hogar ella con su único hijito de cuatro años. Mas al levantar el tubo no escuchó ningún sonido. El aparato parecía haberse desconectado. No emitía el menor sonido. Entonces, algo molesto, lo colgó. “¡Estos, de la telefónica!...”, se consoló quejoso, por dentro: “Seguramente se les ha caído algún poste, por algún lado de la ciudad... deben estar arreglando...” Y se abocó a registrar los números de la recaudación, en un cuaderno que había especialmente destinado para ello.

    Adentro, todo transcurría con tranquilidad. Se proyectaban películas mudas, con el acompañamiento musical de la pianista María Balzaretti, quien tocaba entre bambalinas.

    A las 19:15 se suspendió la proyección, para permitir un intervalo de quince minutos, para descansar los ojos, estirar las piernas y -algo que inrteresaba particularmente a dos o tres vendedores de golosinas y un kiosco del propio cine, comprar golosinas, sándwiches o refrescos.

    A las 19:30 comenzó la proyección de la película principal, que duraba una hora y media. Por fin, a las 21, todo terminó en completa paz. El público ser retiraba feliz, conforme con una historia que les había hecho pasar un rato ameno, y la mayor parte de ellos regresaron pronto a sus casas, pues era un día hábil y mañana se trabajaba.

    En tanto los brujos perversos de la estancia inglesa en el sur estaban completamente alterados. No habían logrado provocar el incendio del cine con la gente adentro, como se habían propuesto.

    Aleister Crowley, desencajado, profería insultos obscenos en su idioma, hecho una furia, su poco pelo erizado con una carga excesiva de electricidad.

    -¡La energía oscura rebota!-, le decía acongojada Rosaleen Norton, una de sus colaboradoras mas estrechas:     

    -¡No podemos hacer nada! ¡Han puesto un escudo protector sobre el cine y la catedral!...

    -¿Quiénes? ¿Quiénes son capaces de hacer eso?

    -No sé... -contestaba la mujer-, alguien muy poderoso... alguien que no sabemos quién es... es imposible penetrar esa protección... y nuestra energía se va debilitando... no sé si lograremos la potencia suficiente como para incendiarlo, en caso de que podamos llegar al edificio...

    -¡Concéntrense! ¡Concéntrense! -gritaba Crowley recorriendo los seis camastros erizados de púas sobre los que se esforzaban, desnudas y desnudos, con los ojos cerrados, sudorosos, estresados, recitando siniestros ensalmos, mientras por todo el ámbito aparecían y desaparecían oscuras presencias azulinas, violáceas, sobrevolando una atmósfera cargada de electricidad estática que hacia vibrar las paredes.

    Por fin, como a las doce de la noche, Ifigenia, una jovencita flaca, muy rubia, exclamó... estoy pudiendo... estoy pudiendo... la energía pasa...

    Los Ulalos habían retirado el escudo protector. A esa hora, el centro de Santiago estaba desierto. Un agente de policía, refugiado en el portal de la confitería El Águila, sintió de repente temblar la pared en que se recostaba para dormitar y un fuerte estallido. Asustado, se alejó del edificio de un salto: vio salir una columna de humo y llamaradas, tras el techo de la confitería… el cine Petit -contiguo-, se estaba incendiando.

    Corrió hasta la jefatura, que estaba sólo a una cuadra de distancia, para avisar... No había casi nadie, allí... pero el oficial de guardia, pronto se comunicó por teléfono con los bomberos.

    Veinte minutos después cuatro o cinco hombres malhumorados se turnaban para sostener dos gruesas mangueras que lanzaban chorros de agua sobre las llamas, que ahora emergían en bocanadas por los respiraderos de arriba, y a través de ventanas cuyos cristales estallaron en poco tiempo bajo la presión y el calor.

    Algunos vecinos salieron y comenzaron a transportar baldes de agua, que echaban de un modo prácticamente simbólico, desde escaleras tijera sobre las paredes. 

    No pudieron apagar el fuego. Finalmente, luego de consumir todo lo que adentro había de incinerable, el funesto resplandor cesó. El edificio emanaba negras humaredas por sus respiraderos, toda su parte superior, incluyendo los techos, se habían teñido de un gris oscuro. Cuando por fin llegó el dueño, acompañado por su hija de catorce años, y se pudo abrir, desde fuera -pues el calor aún reinante impidió ingresar- era posible conjeturar que todo el edificio iba a quedar inutilizable, por el estrago.


Capítulo 50

Comentarios

Entradas populares