Capítulo 10
El martes 23 de julio de 1935, un hombre de 67 años llamado Lisandro de la Torre, senador nacional por Santa Fe, denunció en la Cámara de Senadores de la Nación los graves perjuicios del pacto Roca-Runciman, firmado por el gobierno argentino en 1933.
Pocas veces en la historia reciente un país había acordado contratos tan favorables para las grandes empresas capitalistas extranjeras. Y tan humillantes, tan deplorables, para la dignidad patriótica de los argentinos, como para la economía nacional. Particularmente para las grandes masas de familias empobrecidas, que subsistían con trabajos mal remunerados, la mayor parte de ellos en condiciones de semi esclavitud, sin ningún tipo de estabilidad laboral ni convenios de previsión social.
A la sesión habían sido citados, para dar informe sobre el escandaloso pacto suscrito por el vicepresidente de la Nación, Julito Roca, los ministros de Agricultura, Luis Duhau, y de Hacienda, Federico Pinedo. Ácidamente criticados por algunos pocos liberales y el único socialista, Alfredo Palacios, este enjuiciamiento al gobierno de la oligarquía, llevaba ya trece días consecutivos en el Senado.
El Pacto Roca-Runciman había sido negociado arduamente, por presión de la Sociedad Rural Argentina, representativa de los grandes estancieros porteños, para ampliar la cuota de exportación de carne vacuna al Reino Unido y sus colonias. Cosa que se consiguió. A cambio de conceder, al imperio inglés, que el 85 por ciento del total de las exportaciones se iba a efectuar a través de frigoríficos y empresas navieras de Inglaterra. E incluyendo una cláusula que resultaba escandalosa: la creación del Banco Central de la República Argentina... con predominio, en sus arcas, de capitales privados, pertenecientes a empresarios británicos. Quienes, de tal modo, adquirían el derecho de influir decisivamente, en todas las decisiones políticas internas, del gobierno supuestamente constitucional de la República Argentina.
El gobierno encabezado por el general Agustín P. Justo, operando con gran habilidad, consigue el apoyo de sectores del radicalismo y el progresismo socialista de entonces. Quienes contaban con numerosos legisladores. Y decide enfrentar a los pocos legisladores que se atrevían a cuestionar esas políticas antinacionales.
Sus perpetradores sostenían que era necesario introducirse bajo el manto protector del Imperio anglosajón. Pues al quedar nuestra república bajo la tutela de los más exitosos empresarios y comerciantes del mundo, como lo eran entonces los ingleses, solo podía esperarse un paulatino despliegue de beneficios, cada vez más notables, aunque lento, en inversiones que, derramándose desde las inmensas ganancias de estancieros locales y empresas anglosajonas, iban a traer a la postre trabajo industrial y prosperidad para toda la población.
Tanto los diarios La Nación, como La Prensa, así como la popularísima revista Caras y Caretas, apoyan dichas afirmaciones del poder político. Sembrando entre las clases medias la ilusión de un progreso aparente -que por entonces conseguía mostrarse, casi únicamente, en la Capital Federal- Buenos Aires.
Lisandro de la Torre había iniciado una investigación sobre el comercio de carne, con base en la cual, efectuaba en el Congreso su alegato:
-El gobierno inglés dice al gobierno argentino “no le permito que fomente la organización de compañías que hagan competencia a los frigoríficos extranjeros” -articulaba a viva voz el senador santafesino-. En tales condiciones, no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico... porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen, cada uno, su cuota de importación de carnes... y la administran ellos...
“...Nunca se ha visto un gobierno como el actual y sobre todo un ministro de Agricultura como el actual, entregado desembozadamente a la tarea de impedir que comience, aunque sea débilmente, la exportación cooperativa.
“Incumplimiento de leyes; suspensión del cobro de multas; falta de fiscalización en el pago de impuestos, regalo de un 25 por ciento de divisas; tolerancia del apoderamiento de los beneficios en el cambio; ocultación de los bajos precios de compra de los novillos mediante la publicación de estadísticas inexactas; ignorancia igualmente oficial de los precios de venta; persecución a las compañías frigoríficas argentinas; regalo de la cuota del 11 por ciento durante dos años a los frigoríficos del pool extranjero; aceptación de que los argentinos sean inhibidos, que Inglaterra sea dueña de mantener un monopolio sobre la exportación del 85 por ciento de la carne argentina, eligiendo ella los importadores... condición deprimente esta última que no se ha atrevido a imponer ni a sus propios dominios”
De la Torre acusó, entonces, al frigorífico Anglo South American Meat Co., controlado por la Union Cold Storage, de evasión impositiva, Denunciando la existencia de un entramado de corrupción, que involucraba al presidente Agustín P. Justo. así como a sus ministros de Hacienda, Federico Pinedo, y al de Agricultura, Luis Duhau.
Escenificando una gran indignación, el ministro de Agricultura interrumpió a los gritos el discurso del senador de la Torre. Alentó con ello la reacción de dos o tres legisladores, adeptos al gobierno, que avanzaron, amenazantes, hacia el senador en uso de la palabra, con actitud de atacarlo.
Sorpresivamente, el ministro Duhau se acercó y, con un fuerte empujón, derribó a Lisandro de la Torre, huyendo luego rápidamente hacia fuera del recinto. En medio del tumulto provocado, un policía de civil, Ramón Valdéz Cora, comenzó a efectuar disparos, en dirección a de la Torre. El senador Enzo Bordabehere intentó proteger a Lisandro y se interpuso. Varios disparos atravesaron al político provinciano por la espalda. Bordabehere iba a fallecer, minutos después, a causa de ellos. Tenía 46 años de edad.
El domingo 29 de Julio de 1935 -cinco días después del asesinato de Bordabehere - unas veinte personas, con solo tres mujeres entre sus concurrentes, se reunían, convocadas de urgencia, en el domicilio del coronel Justo Carreras De La Silva. Los presidía el teniente coronel Gregorio Pomar, quien acababa de exponer una propuesta revolucionaria: impulsar un levantamiento general, apelando a los sindicatos, los partidos democráticos y progresistas, al pueblo todo, pero, particularmente, a los "sectores honestos de las Fuerzas Armadas, que constituyen"-según el visitante- "una gran mayoría entre nuestros camaradas".
Entre los participantes, había personas muy destacadas en toda la Argentina, venidas especialmente para esta ocasión. Incluyendo las tres mujeres: Blanca Irurzun, poeta socialista de La Banda; Pocha Barros, esposa del Tata Farías Gómez; Corina Hueyo, joven economista porteña. Entre los varones sobresalían Homero Manzi, El Tata Farías Gómez, Gumersindo Sayago, el mayor Aristóbulo Mittelbach y el dirigente cordobés Amadeo Sabattini.
-¡No comulgo con la apelación a un golpe militar! -exclamó el ingeniero Santiago Maradona-. Por cierto coincido con los conceptos del general Baldrich, en carta dirigida a su amigo Joaquín V. González, en que debemos unirnos (y cito):
“Sin distinción de credos políticos o ideológicos, pues lo mismo interesa el asunto al conservador que al comunista, deben ponerse en pie todas las fuerzas vivas del país en contra del enemigo común, es decir, en contra de los aviesos enemigos de adentro y de la acechante codicia aventurera, empeñada en conquistarnos con la penetración pacífica que empieza con el empréstito bancario a causa de nuestro capital rutinario y timorato estancado en los bancos, penetración pacífica mediante concesiones de tierras en que se talan sin técnica ni reposición de los bosques, o la de los frigoríficos en los que una doble inmolación se realiza, la de las bestias que se sacrifican y la de los proveedores sometidos; o la del petróleo que se acecha y cuyo acaparamiento se gestiona, al amparo de influencias destacadas para explotar nuestra riqueza petrolera y terminar en el sometimiento por el dominio económico que torna virtuales las soberanías de los pueblos convertidos en territorios prósperos y ricos; y cuando quedáramos pacíficamente conquistados, entonces en los labios de los niños resultarían un sarcasmo las voces del Himno.”, leyó Maradona. De un modo algo histriónico, efectuó una pausa por algunos segundos. El humo de los cigarrillos hacía algo opresiva la atmósfera para los pocos que no fumaban, lo cual impacientó al porteño Jorge del Río.
-¿Y bien?- exclamó.
-Comprendo la impaciencia de los jóvenes - continuó Maradona, en alusión elíptica a quien lo había interpelado-, pero una acción intempestiva, por encima de las normas vigentes y las prácticas constitucionales, podría acarrear consecuencias impredecibles. Incluso precipitar tragedias. Por lo tanto, expreso firmemente mi opinión de que, toda acción política o social, que decidamos emprender, sea dentro de un marco de disidencia, sí, y fuerte repudio en primer lugar a este vil asesinato, pero por medios pacíficos y con respeto a las instituciones democráticas.
El teniente coronel Pomar, en el otro extremo de la sala, le susurró por lo bajo a su camarada, el coronel Carreras de la Silva:
-Este es un pelotudo.
-No-, contestó el santiagueño, riendo: -es muy buen político. Solo que demasiado afecto a las convenciones sociales...
El teniente Orlenghi, santafesino, contestó en voz alta al ingeniero Maradona:
-No siempre la devoción republicana y democrática arroja buenos resultados, en nuestras patrias sudamericanas. Veamos nomás aquí al lado, en Brasil. Donde las pandillas oligárquicas venían gobernando el país por métodos fraudulentos desde el tiempo del Imperio. Y cómo fue necesario un enérgico levantamiento militar para instalar en el poder a Getulio Vargas. Un sagaz e inteligente político. Que no solo estableció un régimen democrático, limpio y renovador, que viene cambiando al Brasil desde principios de siglo. Habiendo logrado inmensos avances, no sólo en su estabilidad y progreso económico. Si no, también, en la distribución de los ingresos, la dignidad de los trabajadores, la educación pública y todos los ámbitos de la sociedad hermana.
“Además, ingeniero, no se olvide que el radicalismo no nació de un repollo. Alem promovió, junto con Mitre, numerosos levantamientos armados. Donde cayeron cientos de patriotas, asestando al adversario corrupto de la oligarquía en el poder, numerosas víctimas mortales, también.”
-Esos fueron otros tiempos, joven... - arguyó Maradona, agitando una mano junto a su rostro, como para ahuyentar malos recuerdos - ...tiempos salvajes... -continuó. - Han pasado ya más de 45 años... finalmente se llegó a una concertación, como personas civilizadas... hemos conseguido una constitución altamente democrática, con la participación electoral de toda la población, cosa que cincuenta años atrás representaba una utopía...
-Sí, pero solamente para los hombres- expresó con voz clara la bandeña Blanca Irurzun. -Hasta el día de hoy las mujeres no votamos en la Argentina.
Nadie le contestó. Pero la intervención de la poeta instaló una pausa compungida en la veintena de asistentes.
En términos parecidos, continuaron deliberando hasta cerca de las ocho de la noche. El debate se había centrado en resolver si de esa reunión iba a surgir alguna acción insurreccional o si, por el contrario, se evitaría el enfrentamiento con el régimen, continuando la actividad política dentro del marco legal que hasta entonces imponía la Nación, gobernada desde 1930, nuevamente, por los conservadores.
Finalmente, prevalecería esta última opción. Sabattini continuaría con su campaña electoral, para alcanzar la gobernación de Córdoba, los demás dirigentes políticos evitarían conflictos armados con la Liga Patriótica u otros provocadores. Y los militares volverían silenciosamente a sus cuarteles. Menos Pomar. Quien, a raíz de un levantamiento armado en Corrientes, cuatro años atrás, que había comandado, permanecía exiliado en Paraguay. Había entrado a la Argentina, para participar de esta reunión, con un pasaporte falso. A nombre de Pietro Molinari.
Esa misma noche, a las 21, sonó el teléfono en la residencia del general Agustín P. Justo. La criada, que atendió, avisó al presidente que, desde Santiago del Estero, lo llamaba el doctor Pío Montenegro.
-¡Pío! ...querido... cómo estás, hermano... -exclamó Justo al atender- cómo van las cosas por allá.
-Hola querido... -dijo Montenegro.- Buenas noticias... no habrá golpe.
-¡Buenas noticias para ellos! - contestó riendo el general Justo. -¡Los íbamos a hacer cagar!... Toda la plana mayor de las tres fuerzas me respalda. Y la gran mayoría de la oficialidad.
-Mi informante me ha dicho que la reunión estuvo muy polarizada... entre el sector ultra y los moderados... costó mucho lograr disuadir a los golpistas...
-¿Estaba Pomar? - preguntó Justo.
-Mi informante, un muchacho joven, no lo conoce... pero podría ser, según sus impresiones, un tipo que se presentó como “Molinari”... dice que los otros militares se dirigían a él como si tuviera mando... pese a que estaba de civil, con el pelo demasiado largo para ser un oficial del Ejército, llevaba siempre la voz cantante, a favor de promover un golpe, por supuesto.
-¡Bueno Pío! ¡Sos un campeón!- felicitó al santiagueño el presidente, Agustín Pedro Justo. -¡Espero que nos veamos para conversar más cuando vengas a Buenos Aires!...
-¡Seguro, Agus! Voy a la capi fede esta semana, si Dios quiere... en el Estrella del Norte...
-Abrazo, Pío...
-Abrazo, Agustín...
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