Capítulo 7
-¿Vos lo conoces a Julius Haase? -preguntó Alberto.
-No.
-Yo tampoco.
Moisés lo miró. Iban en el auto. Como a las diez de la noche, cerca de Chaguar Puncu.
-Ni vos ni yo lo conocemos. Pero es el que maneja nuestra economía. El que decide si vos o yo vamos a ganar lo suficiente para pagarles a nuestros peones este mes... o nos vamos a tener que esconder... ordenarle al habilitado que les mienta, cuando se presenten a cobrar... diciéndoles que hemos viajado... y les pida paciencia, pues en dos o tres días vamos a volver. Vos en el brete estás viendo qué cuadro de Sívori o Blanes, qué cómoda de tus abuelos vas a vender, para seguir adelante, dos o tres meses más.
-Ah, es el que maneja los fondos de inversión... -del cuadro olvidate, porque no te lo compra nadie aquí...
-Ahá.
Moisés encendió un cigarrillo.
-Fijate, que por acá andan cabras sueltas. Se cruzan de pronto. O caballos. O hasta vacas -advirtió.
-Las vacas de Lund -contestó Alberto. -a veces se le escapa alguna. O se la chorean, y se les escapa a los mañeros.
“Haase es el que maneja los fondos... desde su oficina en la calle Esmeralda 1092, 4º Piso, a metros de Avenida Santa Fe. Buenos Aires. En los últimos 70 años ha determinado las compras y ventas de los Ferrocarriles Ingleses en la Argentina. El que tuvo la “idea brillante” de hacer primero las vías férreas y estaciones que conectan Añatuya con El Chaco, en vez del ramal a Garza. Porque de esa manera se beneficiaban, él y sus socios, con ganancias millonarias por la explotación de miles de hectáreas de quebracho colorado... además de fletes, intereses bancarios, colonización y otros negocios: como la construcción de galpones, instalaciones eléctricas, perforaciones para obtener agua, tanques en altura, cisternas, molinos... etcétera. Haase y sus amigotes: Luis Zuberbülher, José Forn, Ramón Santamarina, Martínez Rufino. Todos millonarios porteños. Sucesores de traficantes enriquecidos por el contrabando, durante la Colonia.”
Alberto aminoró la marcha y bajó la intensidad de los faros delanteros del auto. Una manada de cabras estaba cruzando parsimoniosamente la ruta, de Oeste a Este. Decidió detenerse, al fin.
-¿Por qué me hablas de este Haase?
-Ya te lo dije. Porque es el que maneja nuestras vidas. No solamente maneja las inversiones de los Ferrocarriles Ingleses, sino los de La Forestal. El que les dice “compren aquellos campos, aquellos no”. El que los hizo ricos a los que compraron las tierras fiscales... (amigos del poder, por cierto... primero de los Taboada, después de los Rojas, y así sucesivamente...) Compraron y vendieron. Fue lo único que los salvó de la pobreza en el siglo XIX. Las tierras, propiedad de toda la población santiagueña, que vendieron Taboada y Borges a sus amigos.
“Esas tierras de Alberdi, Copo, Figueroa, Matará, Moreno, Taboada, 'vendidas' por monedas en primer lugar a los hermanos Manuel Taboada, Antonino Taboada, Gaspar Taboada, Juan B. Taboada y su primo hermano (ilegítimo) Absalón Ibarra y su otro primo, Adolfo Carranza .”
Reanudaron el viaje. Alberto manejaba sin apuro. Moisés escuchaba. Algo conocía, también, de todo eso, aunque sin tanta precisión.
-Y bueno. Siguieron las ventas de tierras de la Provincia, durante los gobiernos de Taboada y su amigo Juan Francisco Borges. Primero a los parientes, después, a los amigos. Seguidamente, escuchaban ofertas y terminaban vendiéndolas a cualquiera que se hubiese enterado y viniera a aprovechar el curro. Aunque no fuera de aquí.
“La única condición era que, según los cálculos de los Taboada, alcanzaran para sostener las vidas lujosas que ellos llevaban, los sueldos miserables de la Administración Pública, algunos otros gastos administrativos... y poco más. Durante unos treinta años, más o menos. El tiempo durante el que ellos calculaban manejar las cosas antes de crepar.
“Así pudieron acceder a esas propiedades públicas y convertirse en terratenientes Amadeo Jacques, Pío Montenegro, Alfonso Montenegro... los Alcorta, los Herrera, Ibarra, Iramaín, los Neirot, los Santillán, en fin... a muchos de sus nietos vos y yo lo conocemos y los tratamos hoy. Algunos han conservado algo, la mayoría han vuelto a ser pobres. Otros, muchos, apenas hubieron agarrado buena plata se han ido de la provincia, creyendo que iban a introducirse en la aristocracia porteña o cordobesa... que por supuesto, los ignoró. Ahora viven como pequeños burgueses provincianos, en algún departamentito de Barrio Norte o Recoleta... los que han tenido suerte. Otros se hicieron milicos”.
-Mirá vos ché. Algunas cosas de estas me llegaban por conversaciones en casa... no les prestaba mucha atención... eran cosas que conversaban los viejos... ¿de dónde has sacado vos esos datos?
-Del Registro Catastral de la Provincia... vos también las hubieras podido sacar, si hubieses querido... son públicas..
-Me resulta vomitivo leer asientos burocráticos y administrativos... sólo me gusta leer poesía o filosofía...-dijo Moisés Carol.
-Ese es el problema y el resguardo de los corruptores y los corruptos... los ciudadanos ni se enteran de que hay un boletín oficial, registros de propiedades, etcétera... Entonces ellos siguen sus tranzas sin el menor obstáculo. Y de la noche a la mañana se convierten en potentados. Sin apenas mover el cuerpo, sólo juntándose entre ellos y trazando un plan de negocios inmobiliarios cuando se presentan “oportunidades” como estas: la explotación irracional de nuestros recursos naturales, o el tendido de vías férreas...
-¿Y el patricio Absalón Rojas también estuvo metido en todas estas tranzas?
-Rojas no era patricio... apenas el hijo astuto de un almacenero emprendedor, de clase media... En realidad fue él quien comenzó, sistemáticamente, el remate, por migajas, de nuestros mejores bosques de quebracho...
“Luego de que Absalón vendiera a los ingleses o a empresarios porteños, santafesinos, cordobeses o inmigrantes, nuestros bosques, y ellos los fueran aniquilando, su hijo, Ricardo Rojas, criado en la prosperidad gracias a los negocios de su papi, lloró por nuestra Madre Naturaleza, en su famoso libro El país de la Selva... mientras él sí era recibido, con los brazos abiertos, por los oligarcas porteños... para cuyo beneficio, claro, su familia trabajó siempre.
“Ninguno de estos gobernadores, desde Taboada hasta el último de su calaña, Manuel Argañarás, hizo otra cosa que sacrificar a todo un pueblo, entregando riquezas naturales por sumas absurdamente bajas (para los réditos siderales que luego extraían de ellas, los ingleses, algunos grandes empresarios, o financistas como Haase)... mientras la inmensa mayoría de los pobladores de esos departamentos santiagueños eran precipitados a la pobreza crónica, condenados a un trabajo miserable por precio vil en fábricas de tanino u obrajes, sin beneficio alguno para sus descendencias, más el desprecio y la burla, de sus “connacionales” y sus vecinos de otras provincias.
“Porque su negocio principal fue sólo comprar y vender. Como parte del poder gobernante, en ese momento, sabían más o menos por donde iba a pasar el ferrocarril, que los ingleses venían construyendo desde Buenos Aires. Entonces, o vendieron las tierras a colonos emprendedores, previamente seducidos con sueños progresistas, como Weisburd, al ferrocarril para su traza... O a La Forestal. Que necesitaba millones de hectáreas con Quebracho Colorado, sacando de esos maravillosos árboles sus troncos para las vías férreas... y, por si esto fuera poco, el tanino, ingrediente valiosísimo para la industria europea.
“Por eso, también, como te decía, todos estos tipos que durante y después de los treinta años de Ibarra, los pasaron conspirando -y peleando, los más audaces-, contra un gobierno que, más o menos quería hacer una provincia realmente sustentable, con tímidas esperanzas de prosperidad para todos sus habitantes... Cuando se murió el caudillo formaban bandas y se mataban para agarrar el poder. Pues no amaban en absoluto a su tierra, no tenían arraigo social, ni identidad cultural.
“Las bandas que capturaron el poder, entonces, vendieron todo lo que podían vender, del patrimonio provincial, disfrutaron de todo lo que podían en lo personal y familiar... y luego de la catástrofe, dejando tierra arrasada... se fueron a vivir en Buenos Aires... o a Córdoba... convirtiéndose, los que más suerte tuvieron, en felpudos de los rastacueros y contrabandistas porteños. Mucho más eficaces o dotados de mayor capacidad criminal que ellos, para acumular fortunas sobre las desgracias de sus propios pueblos.
“Entre los millonarios porteños que compraron tierras fiscales por monedas aquí, están Benjamín Zubiaurre, Felipe Stegmann, Eduardo Temperley, Juan Federico Martínez de Hoz, Raoul Black Newton, Roberto Garrahan, socios, en el pool de rentas: cerca de un millón de hectáreas... Endulzados por el negocio, los testaferros del gobierno intentaron entregarle dos millones de hectáreas más a Zuberbülher, en los departamentos Moreno y Copo. Cómo habrá sido de escandaloso el asunto que el presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, se opuso al desfalco, y lo anuló por decreto. Estábamos entrando en un tiempo más democrático y popular, luego de que, por primera vez en la Argentina, se había podido tener elecciones sin fraude”.
-Te acuerdas de todos...
-Vos también te acordarías, si lo hubieras leído... la mayoría, padres o abuelos de conocidos nuestros... algunos estaban en el asado, con los alemanes... huelen negocios... no reparan en consecuencias, siempre que caigan sobre los otros... hay que tenerlos bien visualizados...
Moisés había quedado saturnino. Entonces los faros del auto alumbraron un gran tanque para Agua, montado sobre cuatro largas patas de cemento. Servía para alimentar del “líquido elemento” -como solían escribir los periodistas en esa época, a la Estación del Ferrocarril, y a la aún pequeña población. Estaban llegando a Garza.
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