Capítulo 25

Arturo corría desnudo por entre las ciénagas selváticas de Teutoburgo. Era de noche. Se había quitado la armadura luego de huir, a riesgo de su vida, por entre las patas de un elefante. Quizá de ser capturado tendría la chance, por su conocimiento del idioma español, de salvarse mintiendo que era un comerciante árabe, sorprendido por una banda de ladrones y escondiéndose de ellos luego de ser completamente despojado. Caía, cada tanto, enredado por lianas tortuosas ocultas bajo sus pies entre el viscoso fango. Exhausto, consiguió escalar un grueso árbol, reclinándose entre dos grandes ramas mientras refregaba sus doloridas piernas, hinchadas por el esfuerzo y consteladas de moretones. Estaba a punto de dormirse cuando el crujido de una rama lo alertó sobre la presencia de alguien: ante sí, pese a las sombras, apareció un gigantesco bárbaro, con su casco de astas, un collar de piedras, su olor repugnante a germano con una hacha de filo aterrador en su mano izquierda y una masa en la otra... quiso hablarle, decirle que sólo era un pobre comerciante árabe, que no le hiciera daño, pero el otro, cabellera rubia sucia y enmarañada cayendo sobre sus poderosos hombros, barba aceitosa, con un alarido terrible se acercó hasta él en dos trancos mientras bajaba como un rayo su gran hacha de piedra, para tronchar su cabeza... En tal momento, despertó.

Estaba completamente mojado en sudor... por unos segundos Arturo del Malvar se sintió aliviado de que hubiera sido sólo un sueño, aunque luego su corazón volvió a dar un vuelco, al recordar que a las 9 de la mañana debían encontrarse con Ilsa, en el Parque Aguirre. Miró el reloj... ¡las ocho y media! Estaba seguro de haber puesto el despertador para que sonara a las ocho... mas no lo había escuchado. Saltó de la cama y puso a calentar en el hornillo eléctrico una porción de chipaco, mientras se bañaba rápidamente y luego de afeitarse, desayunó en cinco minutos, para salir, volando casi, sobre su automóvil, en dirección al centro de Santiago. Como a las nueve y cuarto llegó. Encontró a su novia rápidamente. Se abrazaron. Luego, volvieron a sentarse, en el mismo banco.

-¿A qué hora llegaste? -preguntó Arturo.

-A las ocho y media... -contestó Ilsa. -Tenía que tomar el colectivo que sale a las cinco de la mañana de Suncho... pues con los siguientes, hubiera llegado muy tarde.

-¡Oh, perdona, perdona!... -se acongojó Arturo- si hubiera sabido... ¿por qué no me llamaste por teléfono, desde una cabina de la terminal?

-No bajé en la Terminal... sino cerca de aquí, en la Costanera... quería pasear un poco... el río Dulce y el parque me gustan mucho...

-¡Oh, oh!...-siguió quejándose Arturo -¿Y estuviste aquí todo ese tiempo? 

-Yo no me aburro...-aseguró Ilsa, mientras levantaba un pequeño libro que por un momento había puesto a su costado. Arturo lo miró: Wittgenstein, decía: Tractatus logico-philosophicus. -¿Lo conoces?

-No -contestó Arturo. Omitiendo agregar que los únicos dos libros que había leído en toda su vida fueron Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, de la Editorial Billiken -¿De qué trata?-se interesó en voz alta.

-Debería hablar un rato, quizá, para explicarlo... -advirtió Ilsa.

-Será para mí un placer -aseguró Arturo-, pero antes: ¿quieres desayunar? Hay bares, por aquí cerca...

-Ya he desayunado -dijo ella, mostrando una pequeña bolsa tejida de la que asomaba una canastita, colocada, también, a su costado, sobre el confortable banco de madera.

-Yo también- exclamó Arturo. Pues bien, hablemos de... de...

-Wittgenstein...- lo ayudó ella, riendo -no es fácil de pronunciar...

“Bien... esencialmente, el aporte de Wittgenstein consiste en discernir que la Lógica racional humana puede explicar la realidad, sólo hasta cierto punto. Mas para poder alcanzar un nivel superior de conocimiento, debemos apelar a la observación de los hechos. Los hechos, concretados por seres humanos, en interacción con otros numerosos factores materiales y metafísicos, nos acercan algo más, dentro de nuestras posibilidades, a la Verdad.

“Reconoce un antecedente inmediato para sus conclusiones en otro filósofo, del siglo diecisiete, llamado Baruch Spinoza. La búsqueda de esa Verdad, según nuestro autor, debería emprenderse a través de un camino que otros han denominado Mística.  Una experiencia simultánea de observación de la Naturaleza y los hechos cotidianos, junto al autodescubrimiento, de la propia interioridad. Posible sólo a través de la soledad, el recogimiento, el retiro, la meditación y el silencio. Tal renuncia al mundo construido por la razón, le permitirá al místico llegar a un sentimiento extático de unión o identificación con el todo, entendido éste como el cosmos o Dios. Es nuestra mística, pues, la encargada de abolir el egoísta y violento principio de individuación, por medio de la unión espiritual con el todo.

-Se parece a algunas concepciones de nuestros poetas españoles en el Siglo de Oro... -murmuró Arturo- mi papá solía recitar siempre -añadió:

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido...

-Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado... 

-completó Ilsa -sí, hay una traducción al alemán... creo que de Hölderlin...

-Yo no sé el nombre del poeta -dijo Arturo.

-Yo tampoco -dijo Ilsa- creo que era un monje...

-Hermosa...-añadió Arturo. Sin especificar si se refería a la poesía o a su compañera. De quien cualquier argumento que estuviese desarrollando le podría haber parecido interesante, en aquellos minutos ambrosíacos, compartidos, con deliquio, durante la suave mañana otoñal, junto a esa mujer que amaba.

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-Debemos decir que Wittgenstein está demostrando, hasta ahora, su filosofía en la práctica... su propia práctica... Ya que hace realidad los conceptos que sostiene, con su propia vida.

“Habiendo nacido en una de las familias más ricas del mundo, en 1914 fue a la guerra como voluntario... (podía haberla evitado sin problemas...): quería experimentar el dolor hasta sus mayores expresiones materiales. ¡Gran parte de este pequeño libro lo escribió en el frente de batalla!... Una de sus frases más famosas, escritas por Wittgenstein en su Diario, dice: Todo lo que la Humanidad necesita saber, está en el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo...

-No recuerdo qué dice el capítulo 5...-manifestó con honestidad Arturo- en realidad, no leí los Evangelios... sólo escuché las lecturas en las misas, durante mi vida...

Ilsa recitó:

-Bienaventurados los pobres y desposeídos... porque, de ellos, es el Reino de los Cielos.

“Bienaventurados los mansos: porque poseerán como herencia la Tierra.

“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque serán saciados.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz: porque serán llamados hijos de Dios...”

-¡Ah, sí! -recordó Arturo:-¡el Sermón de la Montaña!

-Exactamente... aunque su autor no lo tituló así...

Una página del Tractatus, de Wittgenstein.


“Siguiendo con esta filosofía... se puede inferir que el entendimiento racional del mundo, nos lleva a construir diferentes realidades, de acuerdo a un determinado sistema de percepciones, en este caso, la Lógica, comenzada, entre nosotros, los del mundo Occidental, con Aristóteles.

"Hemos heredado, pues, luego de unos tres mil años de evolución, una cantidad inmensa de parámetros, a través de los cuales no sólo comprendemos al mundo, sino, también, lo construimos. Para bien o para mal... pues muchos de esos parámetros, que hoy denominamos la Civilización Occidental y Cristiana... pues, son nítidamente contrarios a los preceptos cristianos, revelados entre otros conocimientos por el Sermón de la Montaña...

"Así, las llamadas Grandes Civilizaciones, fueron construyéndose, en los hechos, utilizando, principalmente, cuatro herramientas:

-Los ejércitos.

-El dinero.

-El engaño.

-La esclavitud de las masas humanas.

“Desde la legislación de los Egipcios, el código babilónico de Hammurabi, las normativas legales chinas de Confucio, la República de Platón y su perfeccionamiento por Aristóteles, hasta llegar a las filosofías científicas de Isaac Newton, Hobbes, Darwin o Spencer, vamos construyendo un cada vez más complejo Sistema... Un sistema cada vez más complejo. Que ata y reata las potencialidades humanas de sus habitantes bajo cuerpos jurídicos, sociales y culturales opresivos.  

“De tal manera hemos llegado, a este siglo XX, en el cual, prácticamente van quedando para nosotros, en todo el mundo,  solamente dos opciones, en realidad dos caras, del mismo Sistema: el Capitalismo Occidental o el Comunismo Soviético.

"Ambos, supresores de un derecho esencial que poseían nuestros antepasados, en sus orígenes, hace millones de años: la Libertad.

"Ambos, construidos bajo estrictas lógicas racionales y materialistas. Sobre las premisas sistémicas de que es necesario apropiarse por la fuerza de los bienes físicos o conceptuales de la Naturaleza. Robándole sus riquezas minerales, vegetales, etcétera y "torturándola", como escribió el inglés Bacon, "para arrancarle sus secretos". Valiéndonos para ello de la potencia laboral de millones de seres humanos, reducidos a la condición de robots a los cuales no debe proveérseles más que el combustible suficiente como para seguir produciendo hasta que el desgaste de sus organismos alienados ya les impida hacerlo con efectividad.”

-¿Crees que no hay alternativas, entonces, para eludir la opresión del Sistema? -preguntó Arturo del Malvar.

-Lo dudo... quizá en lugares como Santiago, podamos hallar aún alternativas... yo estoy viviendo ahora por primera vez en mi vida una etapa de grandes acontecimientos internos, antes no imaginados... mientras en el Mundo Occidental -Europa, Norteamérica, una gran parte de Asia- se presentan sólo variantes de las mismas ideas: como el Fascismo o el Liberalismo... junto a un avance tan potente del Sistema, que amenaza con expandirse de un modo indetenible, hasta adueñarse y cubrir el mundo entero, a un ritmo muy acelerado. Tanto, como nunca antes se había visto.

-Sí... también lo había observado... pero como algo lejano -dijo Arturo-... lo más cerca que estuve de esa trama expansiva del Sistema, como lo llamas, fue el periodo que permanecí en Filipinas.

-Claro. Tú perteneces a un área privilegiada del mundo. Santiago lo es.

-¿En serio crees eso? - se asombró Arturo del Malvar. 

-Oh, Arturo... aquí, cuando el imperio español y gran parte de Europa se precipitaba a la más ominosa decadencia moral, estábais en una posición aventajada...

-Hasta que vinieron ellos, y nos aplastaron-, murmuró Arturo -o, mejor dicho, nosotros... soy descendiente de españoles, por mi sangre, aunque, creo que, como casi todos, debo tener algo de sangre aborigen... pues hasta el siglo XVIII, más o menos, raramente caían por aquí mujeres españolas... así que, creo, el 99 por ciento de los criollos llevamos sangre indígena en nuestras venas... aunque nos empeñamos en ocultarlo.

-También opino como tú-contestó Ilsa. -Es más: creo que en Santiago fue depositada la verdadera Sabiduría... esa que busca Wittgenstein con tanto empeño... 

Arturo la miró con fijeza.

-Mirá, agradezco tu consideración... Aunque no la comprendo... Siento, intuyo, que vivo en un lugar maravilloso... sin embargo, no sé por qué siento eso... Santiago es una de las provincias más pobres de la Argentina... quizá la más pobre... si sales de las cuatro avenidas, en su capital, sólo verás carencias y situaciones de dolorosa indigencia, entre la mayor parte de sus habitantes.

-Yo no conozco mucho aún la ciudad de Santiago... sí sé que hay, entre los habitantes de esta tierra, un mandato trascendente... que se estableció aquí hace unos cuatrocientos años..

-¿Ah, sí? -se sorprendió Arturo. -¿Lo has leído en algún libro importante?

-Me lo contó una señora. De 99 años. Que vive en un lugar llamado Zustutupé, muy cerca de Suncho Corral. Se llama Ana Ontiveros. Y es descendiente directa de una familia de indios tonocotés. Me contó la historia de los tonocotés, que, según ella, son los verdaderos santiagueños.

-Qué interesante-dijo, con sinceridad, Arturo.

-Los tonocotés fueron los herederos de la Sabiduría Antigua. Luego de que antiguos imperios se hundieran entre las aguas, milenios atrás.

-¿Eso ocurrió aquí?

-Sí. Entonces, según Ana, los tonocotés lograron establecer comunidades armónicas con la Naturaleza. Conviviendo con ellas durante siglos. Hasta que llegaron los europeos y aplastaron esas comunidades, imponiéndoles su versión del mundo.

“Para nuestro consuelo, estos europeos no fueron los únicos que intentaron esclavizarlos: antes ya habían padecido el acoso de los Tavantisuyus -gobernados por el Inca- y al momento de la invasión europea eran también atacados por bandas o ejércitos de la región hoy llamada Brasil, y algunas otras provenientes del también hoy denominado Paraguay.

“Hacia 1680 las ciudades de Talavera de Esteco y Talavera de Madrid se habían convertido en bastiones lujosos y prósperos de gran parte de los mayores potentados de la región. Que habían instalado allí fábricas de joyas, todo tipo de herramientas, y especialmente oro en lingotes, que exportaban hacia bancos europeos regularmente. Logrando así el más elevado nivel de existencia de toda Sudamérica. Chocaban, sin embargo, con grandes dificultades para llegar al puerto de Buenos Aires. Pues por el camino sufrían continuamente asaltos de aborígenes chaqueños y brasileños. Junto a otros bandidos renegados de las propias filas europeas.

“Con el propósito de controlarlos, los españoles de Esteco crearon una fuerza aborigen de elite: los Matarás. La componían 500 jòvenes guerreros, provenientes de varias etnias locales, principalmente Lules, Tonocotés, Tobas y Diaguitas. Concentrándolos en una nueva ciudadela militar, denominada, también, Matará.

“Gracias a ellos, los magnates de Esteco y Talavera de Madrid consiguieron preservar y aumentar extraordinariamente sus ya inmensas fortunas, garantizando su libre comercio a través de las rutas hacia Europa por medio del Puerto en el Río de la Plata.

“Esto duraría unos cien años. Hasta que, en la década de 1690, tres desmesuradas erupciones volcánicas -o terremotos, nadie sabe muy bien lo que sucedió, exactamente: Doña Ana dice que llovía fuego del cielo... terminaron para siempre con las dos lujosas y lujuriosas ciudades...  

Aquí Ilsa se volvió un momento hacia la bolsita de hilo, tejida a mano, que reposaba a su lado, y extrayendo una cajita de madera terciada de dentro, levantó su tapa y la extendió hacia Arturo, ofreciendo:

-¿Quieres uno? Alfajorcitos de maicena, con dulce de leche… -exclamó. 

Arturo tomó uno y ambos comieron en silencio, durante algunos minutos.

-Los Mataráes o Matarás siguieron viviendo y reproduciéndose, incluso ya mestizándose con criollos, negros o españoles... hasta la actualidad.

“Hacia 1650, habría ocurrido un milagro, según doña Ana: la aparición de la Virgen, a un artesano tonocoté, ya anciano, una tarde. Era un hombre que se dedicaba a todo tipo de artesanías, tallas en madera, anillos de plata, bombillas, mates labrados, etcétera. La Virgen, una mujer morena envuelta en suave luminosidad, con hábito marrón semejante al de las monjitas, apareció como de la nada en el taller de Yutsy Zuaasç (el artesano) y, luego de saludarlo, le dijo, en perfecto idioma tonocoté, lo siguiente:

“Dios te ha bendecido, Yutsy… por los siglos de los siglos... y te ha encargado un trabajo divino: debes tallar una cruz, en madera natural de la región.

“Serás guiado por el Espíritu Santo.

“En esa Cruz, tallarás un mensaje codificado.

“A través de él, la Santísima Trinidad guiará a tu pueblo. 

“Con el conocimiento transmitido, aunque también con el conocimiento Eterno que tu estirpe lleva en la sangre, tu pueblo renacerá de sus cenizas.

“Recuperará todo lo que le han robado.

“Recuperará sus bienes naturales que los inicuos están depredando, y continuarán haciéndolo por un tiempo más.

“Esta será mi señal y mi mensaje: tu pueblo renacerá una y otra vez. Hasta convertirse en Guía de muchos pueblos y referencia ineludible, para toda la Humanidad, hasta su salvación".

La Cruz de Matará.


Arturo estaba impresionado. Ambos se quedaron en silencio, luego de esta conversación. Por un buen rato. De repente, él la tomó entre sus brazos. Y la besó.

 

 

Fin de la Primera Parte

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