Capítulo 26

 Segunda Parte

La Resistencia




Capítulo 1


El joven antropólogo Hans Meißner y la arqueóloga Gerda Groß subían lentamente por la estrecha senda del cerro Orco Esquina, hacia el poblado de Amachacuc. Donde debían encontrarse aquella tarde con Manlio Guantay, Constructor. Habían estacionado su auto junto a los tres árboles, tres delgados y muy elevados álamos, donde les habían dicho que comenzaba la subida, para poder llegar a la comunidad aborigen. En la cual se fabricaban aquellos famosos ladrillos curvos, de barro semi cocido. Con los que se podían construir todo tipo de viviendas, tanto cóncavas como rectangulares, de acuerdo a sus innumerables combinaciones posibles.

Todas las casas que estos alemanes habitaban ahora -verano de 1936- habían sido diseñadas y edificadas por los equipos que conducía aquel prestigioso constructor. A quien, sin embargo, no habían visto jamás. Pues prefería no descender del cerro, dirigiendo sus obras por medio de singulares planos e instrucciones. Que venían cifradas, en numerosos puñados de hilos coloridos, donde los nudos representaban signos, fonemas, imágenes, cálculos matemáticos, que los capataces indígenas mantenían en sus manos, indicando, bajo su interpretación, los pasos a seguir. Ningún alemán había logrado descifrar aún su signografía; aunque veían surgir ante sus ojos, al paso de algunos días, las construcciones: viviendas, oficinas, salones, con refinadas formas, exquisitas puertas y ventanas de algarrobo, exactamente funcionales, a esa especie de arquitectura abstracta, que transmitían hacia sus ejecutantes los quipus. Pues así los llamaban, estos singulares artesanos. Aunque no supieran -o no quisieran- explicar el origen ni las características suficientes de tales algoritmos, de modo que los alemanes pudiesen hallar pistas para una posible desencriptación, accesible, en su racionalidad.

Por ello Hans y Gerda transpiraban hoy, domingo 9 de febrero de 1936, escalando aquella montaña, hacia un pequeño valle, casi a quinientos metros de altura. Donde habitaba la comunidad amachacuc. Allí, los recibiría en su morada Manlio Guantay -cuyo nombre original era Llanpu Sunqu-, su Yachachiq.


Arribaron a Amachacuc cerca de las cuatro de la tarde. Presentándose, como se les había indicado, en el Checcalla. Local erigido en el centro de la población, que tenía sobre su alero un cartel de madera, sobre el cual con fondo blanco se veía pintado dicho nombre, en letras latinas. Dos jóvenes, varón y mujer, salieron a su encuentro, apenas al verlos, desde la galería. El joven antropólogo y la joven arqueóloga alemanes, se habían embelesado apenas al entrar en aquel pueblo, compuesto por muy bellas viviendas de adobe, sin orden aparente; pues como no había calles rectas, sino los senderos podían serpentear o eventualmente enderezarse, de modo al parecer aleatorio, desembocar en espacios circulares o ampliarse, repentinamente, llegaron, por suerte, bastante pronto al Checcalla. Bueno es aclarar que tampoco aquella urbanización era demasiado grande: se les había dicho que allí residían, en número aproximado, apenas unas 300 familias. Las cuales, multiplicadas por seis miembros promedio, debería dar 1800 habitantes.

Los jóvenes indígenas habían preparado una reconfortante merienda, para sus visitantes. Luego de hacerlos pasar a una apacible galería interior, frente a un arbolado patio, desde donde podían percibirse a la distancia las deliciosas ondulaciones de las montañas, pudieron refrescarse con jugos de naranja, uva o arándanos naturales. Mientras tranquilizaban su alterado cerebro emocional -puesto que no habían almorzado- con empanadas de carne, de pollo, o de queso y vegetales. Además de otras exquisiteces artesanales, como salames a la grasa, carne asada en lonjas, o perdiz al horno.

No debían comer demasiado, sin embargo, pues a las seis de la tarde los esperaba el Llanpu Sunqu y, según les habían sugerido, debían estar muy lúcidos para dialogar con él. Ambos alemanes conocían ampliamente el idioma español. Pero no sabían hasta qué punto los conceptos que deberían intentar absorber, serían lo suficientemente accesibles para su razón. Ya que, proviniendo del quechua, iban a ser traducidos al español por su entrevistado, y ellos tendrían que traducirlos, a su vez, al alemán.

 

El Yachachiq lo recibió en su casa a las seis de la tarde. Los esperaba en la puerta y, con una sonrisa, los invitó a pasar. Para guiarlos a un salón relativamente grande, con varios sillones de madera y pequeños almohadones en sus asientos. Donde la joven arqueóloga alemana y su esposo antropólogo se ubicaron, formando un triángulo con Manlio Guantay, cuando este se sentó.

-Hemos venido a visitarlo porque ansiábamos conocer algo sobre los quipus, que usted tan bien utiliza para sus comunicaciones -afirmó Hans. -¿Nos permitiría tomar nota sobre lo que nos explique?

-No hay problemas para sus notas -replicó Guantay.-Respecto de los quipus, son un medio que los originarios de estas tierras venimos utilizando desde mucho tiempo atrás.

-¿Se conoce su origen?-, preguntó Gerda.

-Su origen son las estrellas. En el Universo que habitamos, existe una galaxia, que los antiguos denominaban Quipu. En ella se inspiraron los sabios de entonces para la conformación de este lenguaje, que se iba a ir perfeccionando, a medida que nuestras comunidades originales evolucionaban.

-No habíamos oído de esa galaxia... los europeos hemos ido descubriendo las del Can Mayor, la Elíptica de Sagitario, la Nube de Magallanes, y la Galaxia de Boötes. ¿Quipu será alguna de estas, con otro nombre?

-Ninguna de estas -dijo Manlio Guantay, el Yachachiq. -Solamente los pueblos originarios de estas tierras conocen la existencia de la galaxia Quipu.

Los alemanes garrapateaban notas en sus respectivas libretas.

-¿Usted conoce algo adicional, sobre esa galaxia Quipu, además de que inspiró la creación de su lenguaje de nudos? -quiso saber Hans.

-Conocemos que es la más grande de entre las cercanas a nuestro espacio solar, envolviendo completamente un área que nos incluye. Los antiguos aprendieron sobre sus características, pues se les enseñó la relación existente con las acciones de todo lo que sucede en nuestro planeta, así como en lo que nos corresponde, como integrantes de su Naturaleza, a los humanos.

-¿Entonces la ciencia de los antiguos sabios originarios se fundaba en algún tipo de criterio semejante a los de la astrología? - preguntó Gerda. 

-En algunas concepciones, podría compararse aquella sabiduría antigua con ciertos aspectos de la astrología. Existían, además de estos conceptos, muchos otros, relacionados con la actividad humana y su existencia, como parte de este cosmos, que responden a diferentes parámetros. De acuerdo a sus talentos naturales, nuestros sabios abordaban cuestiones como el comportamiento de las demás formas de existencia consciente sobre la tierra, los animales y plantas, por ejemplo. Otros más allá, se adentraban en la cosmología espiritual, cuestión que en occidente suele formar parte de las religiones. 



“En la sabiduría antigua existió la creencia de un plan adecuado para cada región de los espacios perceptibles con nuestros sentidos. Que consistía, aproximadamente, en los conceptos siguientes:

“1. Toda forma perceptible con los sentidos y la imaginación tiene vida propia.

“2. Los humanos debemos convivir armoniosamente con nuestros semejantes y todo lo que existe en nuestras fronteras materiales.

“3. El sentido de nuestra existencia es constituir un área armónica del universo. 

“Sólo esto. Pese a ello, a su parecer simple, los humanos aún no hemos conseguido habitar el mundo en armonía con su Naturaleza, y ni siquiera entre nosotros, seres humanos.

“Al principio parecía entre nosotros que la mayor parte de las actividades relacionadas con estos conceptos podrían desarrollarse hasta su esperada culminación. La sabiduría, el bienestar colectivo, la cultura de mujeres y hombres que habitábamos todo el territorio de lo que hoy llaman América, habían creado, durante milenios, culturas singularmente equilibradas. Donde la belleza de las construcciones, la eficiencia de cada una de las actividades necesarias para la tranquilidad colectiva, el culto a las relaciones armónicas entre todos los seres vivos parecía haberse logrado, de un modo permanente.

“Poco a poco, al principio, de manera generalizada, después, fueron surgiendo puñados de seres humanos agresivos, egoístas y mezquinos. Cuyo único interés era acaparar todos los beneficios y placeres de aquellos sistemas sociales más o menos perfectos. Y ponerlos únicamente al servicio de su propio provecho.

“Por causa de ello sobrevino la decadencia. Y comenzaron a emerger los imperios. Esta fue la razón por las que, finalmente, nos conquistaron razas distantes, imponiéndonos su idiosincrasia."

-En esta región, el imperio incaico llegó a ser muy rico y poderoso... ¿usted cree que la decadencia cultural mencionada tuvo alguna relación con su sorprendente caída? Se sabe que Pizarro logró someterlos con muy pocos hombres, se habla de unos cien o ciento cincuenta, mientras que los incas disponían de ejércitos con muchos miles de soldados.

El Yachachiq dejó pasar algunos segundos en silencio. Luego dijo.

-Entre los jesuitas circulaba una versión muy diferente. Sobre la narración que se difundiría en Europa y luego iba a convertirse en oficial.

“Los jesuitas murmuraban que Pizarro no había vencido a Atahualpa en batalla. Sino por envenenamiento.

“Luego de varias negociaciones, a través de sacerdotes y diplomáticos, en realidad Pizarro logró establecer una buena relación con el flamante Inca. Este, viniendo de haber librado una larga batalla con sus rivales, aceptó de buen grado los supuestos negocios que le proponía el jefe español. Así como la seducción e intriga que generaba esta cultura distinta, con la cual, supuestamente, se iba a poder obtener alianzas beneficiosas para ambas partes.

“Pero durante una cena, entre nuevos amigos, el inca Atahualpa fue envenenado, por medio de una copa de vino. Así como sus principales ministros y oficiales, que lo acompañaban. De tal modo, Pizarro pudo quedarse con todo el poder de inmediato, prácticamente sin disparar ni un tiro de arcabuz."

Los alemanes estaban perplejos. Ni ellos ni su anfitrión dijeron nada más por algunos minutos.

-¿Existe algún documento que sostenga esto? -protestó débilmente Hans.

-Sí -contestó Guantay.-El padre Blas Valera, habría sido su autor. Y el padre Pedro Illanes quien llevó ese informe, cifrado, ante las autoridades eclesiásticas. Pero no tuvo demasiado éxito. Primero, porque se trataba de textos desprolijos, un tanto enrevesados, hechos en una especie de clandestinidad padecida, tanto por los jesuitas como por cualquier persona que se atreviese a desafiar la versión oficial del imperio y la cúpula eclesial. No olvidemos que regía, entonces, aún, la ya muy extendida Inquisición. En el mundo entero.

-¿Existe hoy alguna copia accesible de ese documento?

-Sí. No estoy seguro de que se pueda acceder a él. Sabemos que no una copia, sino el documento original, circula en ámbitos masónicos europeos.

Otra vez prevaleció el silencio. Luego, Gerda dijo:

-¿Y si volvemos al lenguaje del Quipu?

-Precisamente -afirmó el Maestro santiagueño-: no por casualidad, este informe del jesuita Valera fue en conjunto a Europa con un texto directamente relacionado con los quipus y la antigua cultura aborigen americana. La cual, decían estos sacerdotes, tenía muchos puntos en común con la doctrina cristiana. A tal punto, que se podría obtener, con paciencia y benevolencia, un sincretismo perfecto entre las creencias religiosas aborígenes y las cristianas.

-Y ese escrito sobre los quipus, ¿también desapareció? -exclamó Hans.

-No, no desapareció. Por el contrario, su receptor, un poderoso príncipe de la Nobleza Negra italiana, discípulo de los jesuitas y masón, realizó con los apuntes del padre Valera un minucioso estudio, e informe excepcional, lo más serio y avanzado que se hubo efectuado en Europa, incluso hasta ahora.

“Excluyendo los textos que hablan de Pizarro y Atahualpa, compuso un libro importantísimo para la lingüística universal. Al cual denominó Lettera Apologetica, publicado en 1750. Fue escrito, diseñado e impreso en su propia imprenta, por este duque, Raimondo di Sangro, hijo del príncipe Paolo di Sangro y de la princesa Cecilia Gaetani dell'Aquila. Allí, este duque describió minuciosamente un método  para escribir textos literarios por medio de “quipus silábicos”, o más propiamente “quipus fonéticos”. 

“Serían estos unos quipus donde cada colgante debería ser encabezado por un pequeño símbolo tejido, o nudo, de forma particular, correspondiente a una palabra; mientras los nudos consecutivos señalarían cuál sílaba de la palabra hay que leer, o la palabra entera, en ausencia de nudos. Raimondo di Sangro, en su libro, puso una tabla, con la cual ilustraba, con primorosas figuras confeccionadas a mano, los 40 símbolos que, según los manuscritos recibidos de América, y sus propias interpretaciones, estaban disponibles para esta tarea. 

-¡Oh!... esto es muy extraordinario... ¿Y usted cree que se podrá conseguir, aún, ejemplares de esta obra? -quiso saber Gerda.

-En Europa, lo dudo. Apenas veinte días después que comenzara a circular, fue prohibido por la Santa Inquisición. Y pese a ser un hombre muy rico y poderoso, el príncipe se vió obligado a hacer una súplica pública,  manuscrita,  luego impresa y distribuida masivamente: declarando su absoluta fidelidad al papa, la Iglesia Católica y las doctrinas legales establecidas. Pese a su íntima amistad con los banqueros Fugger, solo consiguió no ser enviado a la hoguera. Bajo una condición: la de que su libro no circulase más.

-¡Qué pena!... Entonces no podremos acceder jamás a estos estudios tan valiosos...-se lamentó Gerda.

-Yo tengo un ejemplar-dijo Guantay.

Los jóvenes investigadores no podían salir de su asombro.

-Iré a buscarlo para que lo observen -dijo el Maestro aborigen.

Se retiró por unos tres o cuatro minutos, para luego aparecer con una bolsa tejida, muy bonita. De donde extrajo un volumen, mediano, colocándolo sobre una mesa. Para decir:

-Este es. Pueden hojearlo.

-¡Qué maravilla!- exclamó Hans. -¿Podemos fotografiarlo?

-Sí, pueden fotografiarlo. Sin flashes, por favor.

La luz que entraba aún por las ventanas, y el raro fulgor que flotaba en el ambiente, arrojaban bastante claridad como para captar cada detalle de las primorosas hojas impresas con cuidado arte en el siglo XVIII. Hans extrajo de su mochila una flamante cámara TLR Rolleiflex Compur 1935, con lente de 75 mm f/3,5, y de inmediato se puso a trabajar. Su joven esposa, Gerda, iba dando vuelta las páginas con delicadeza y arrobo, una a una, cada vez que su esposo Hans se lo indicaba. Ambos parecían no poder creer lo que estaban viviendo.

Así, fotografiando cada una de las cerca de 120 páginas de aquel valioso libro, transcurrieron durante todo el tiempo concedido que les restaba de la entrevista. 

A las ocho de la noche en punto, se marcharon. Para volver, más fácilmente ahora, pues se trataba de bajar, por la ladera montañosa, hacia el lugar donde hubieran dejado estacionado el auto, esa mañana. 

 
Una de las ilustraciones del libro Lettera Apologetica, de Raimundo di Sangro (1750)


El camino que llevaba de regreso a Santiago del Estero serpenteaba entre varios caseríos y pequeños pueblos. En menos de una hora llegarían, y se pondrían de inmediato a revelar las fotos.

-Llevamos un tesoro en nuestra cámara fotográfica -exclamó Hans, sin quitar la vista del camino de tierra.

-Es verdad. -contestó Gerda. -¿Aunque: tú recuerdas para qué vinimos aquí?

Esta vez el joven ladeó un poco la cabeza, y uno de sus ojos azules lanzó un destello al reflejar de frente la luz de una motocicleta que los cruzó en sentido contrario.

-¡Oh, es verdad!... nos hemos entusiasmado con el libro, olvidando que el propósito era persuadir al Maestro Guantay para que nos enseñase a descifrar los quipus.

-A nuestros jefes no les gustará nada cuando se lo digamos.

-¿Crees que el Maestro Guantay nos enseñó este libro deliberadamente, para eludir esa posibilidad?

-No lo sé.

-Bien. Igualmente, podemos volver la semana próximo...

-M... no les gustará a nuestros jefes... necesitamos resultados rápidos. ¿Te imaginas los avances que podríamos obtener en el Enigma IV, si dispusiéramos de nuevos códigos, absolutamente desconocidos para el resto del mundo?

-Tienes razón. Bueno... quizá con este libro podamos avanzar algo...

-Ojalá que sí.

  

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Capítulo 2 (27)


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