Capítulo 41

 Capítulo 16

Hacheros, de La Forestal. HGN.

    Nuevamente los hacheros de La Forestal, agremiados en la Federación Obrera Santiagueña, decidieron impulsar un paro. Además de una serie de actividades públicas, como marchar por las calles de cada pueblo donde esta empresa de grandes capitales ingleses tenía oficinas, depósitos de materiales, miles de hectáreas de campo, talleres mecánicos y otras instalaciones.

    El motivo fue la negativa de los extranjeros a homologar los salarios de los trabajadores aborígenes e inmigrantes -bolivianos, peruanos, ecuatorianos, paraguayos-, con los argentinos. Ya de por sí bastante bajos, en relación con el costo de la vida determinado con la Dirección General del Trabajo, de la provincia de Santiago del Estero. Cuyo director, Amalio Olmos Castro, había refrendado algunas de las presentaciones judiciales de los obreros, aportando copias de sus mediciones y estadísticas a solicitud de algunos jueces, de esta provincia y también de Santa Fe.

    Se sumaban, entre los motivos del paro general y movilización, el anuncio empresario de que en aquel diciembre de 1936, se iba a pagar el aguinaldo en dos cuotas: una a mediados del mes y otra en enero. Y la negativa, de los ingleses, a entregar el salario completo en pesos argentinos. Ya que hasta la mitad de esos salarios solían entregárselo, a los obreros, en moneda acuñada por la propia empresa. Que sólo podía utilizarse en almacenes de La Forestal o de unos pocos comercios asociados. Y para productos específicos: carne, harina, yerba, fideos... funciones, junto a su valor en pesos, acuñadas en la misma moneda.

Monedas acuñadas por La Forestal.

    Ya de por sí las condiciones en que trabajaban los obreros forestales, eran casi siempre inhumanas, en Santiago del Estero, Santa Fe, Formosa, El Chaco, Corrientes y Misiones -provincias donde desplegaba sus tentáculos la multinacional inglesa. Se había logrado, a fuerza de lucha y sacrificio, dignificar en parte al menos los salarios -aunque se continuaba en las inmensas extensiones de bosques cerrados, con cientos de personas que trabajaban por tanto (es decir, por árboles derribados) con salarios mínimos, empleos sin registrar o incluso pagando a los trabajadores, con frecuencia aborígenes, con pan, carne, harina u otros productos alimentarios. Dado que, desde sus orígenes, la gerencia local, al mando de ingleses pero integrada por muchos argentinos, impuso ese tipo de trabajo a miles de obreros en las provincias ya mencionadas. 

Vías del Ferrocarril, que conectaban a The Forestal Compay con toda la Argentina.

    Desde 1880, en que comenzaron a desplegarse las vías del Ferrocarril -también bajo control inglés- y La Forestal, ambos emprendimientos bajo condiciones laborales escandalosamente míseras respecto de quienes lo realizaban, se habían sucedido algunos levantamientos importantes de los obreros. Generalmente impulsados por pequeños sindicatos, creados y conducidos, en parte, por intelectuales de clase media, miembros o simpatizantes del Partido Socialista o las diversas organizaciones nacionales anarquistas.

Supervisores de la compañía inglesa The Forestal.

    Un pico de tales conflictos lo constituyeron las grandes huelgas de 1919. Las cuales fueron aplastadas, en 1920, durante un lock-out patronal. Además de que, durante casi un año, la Gendarmería Volante (una rama del ejército argentino financiada por la empresa), atacara con armas de fuego manifestaciones pacíficas, secuestrara, torturara y hasta ejecutara sin juicio a decenas de trabajadores santiagueños, chaqueños, santafesinos, aborígenes o inmigrantes. Entre tales acciones represivas ilegales -aunque hasta hoy impunes- una de las más sangrientas ocurrió durante aquellas huelgas generales, hacia 1921. Cuando, luego de disolver a tiros una gran movilización en Villa Guillermina, la Gendarmería Volante persiguió y mató a 650 huelguistas, cazándolos literalmente entre los intrincados senderos de una tupida selva de algarrobos, tuscas y quebrachos.

Familias aborígenes del Gran Chaco, que trabajaban para La Forestal.

    Fue en aquella oportunidad que un grupo de jóvenes del partido Socialista Obrero decidió ejecutar una acción que dejaría huella en el imaginario colectivo de los trabajadores forestales. Durante meses, observaron los movimientos de capitán inglés Milo Brownbear, supervisor de los “Colorados de la Forestal”. Así, descubrieron que, los fines de semana, solía viajar solo en su automóvil, desde el cuartel general inglés en Villa Guillermina, hasta Soldini, cerca de Rosario. Donde existía un ampuloso Motel, Maison du Bonheur, que regenteaba madame Ludmila, una emigrada rusa. Con un variado elenco de prostitutas, en su mayor parte, también inmigrantes europeas, mayormente francesas, ucranianas o itálicas.

    El 29 de julio de 1922, Milo Brownbear, vestido de civil, partió rumbo a Soldini, para disfrutar de su solaz erótico y carnal periódico. Lloviznaba, y permaneció de ese modo durante unas cuatro horas, aproximadamente, mientras el oficial inglés manejaba sin preocuparse en su ligero automóvil ABC (All-British Engine Company) -uno de los primeros vehículos con aire acondicionado-, por la relativamente aceptable ruta hacia Rosario. Cuando repentinamente y ante su sorpresa un camión destartalado, que venía en sentido contrario, hizo un giro imprevisto y se cruzó en la ruta unos veinte o treinta metros adelante, obstruyendo completamente el paso. Brownbear frenó bruscamente y el arrastre lo acercó más aún al viejo camión, mientras veía bajar cuatro hombres jóvenes de la caja de carga, corriendo rápidamente hacia él. Llevaba una pistola en la guantera, pero no le dieron tiempo a que la extrajese. Apuntando una escopeta contra el vidrio casi completamente levantado, le gritaron que bajase del auto. El inglés obedeció. Con calma, los cuatro muchachos le indicaron poner sus manos atrás, para colocarle unas esposas del mismo tipo de las que usaba la policía argentina. Sin contestar a sus preguntas, lo hicieron subir adelante, junto al conductor. Dejándolo en el medio, entre aquél y un joven armado con revolver calibre 45.

    Al día siguiente, domingo 30 de julio de 1922, aproximadamente a las 6:30 de la mañana, un gringo de Laguna Paiva, que se dirigía a repartir botellas de leche a domicilio, en su carro tirado por caballos, vio algo que parecía un hombre, colgado, como a dos metros de altura, en las ramas de un árbol. Detuvo a sus animales y, cautelosamente, se acercó. Aún reinaba cierta penumbra inusual, pues continuaba cayendo una llovizna fina, que no había cesado desde el viernes.

    Era un hombre, relativamente joven -calculó unos 30. Impecablemente vestido. Parecía extranjero. No había signos de violencia, en su exterior ni su rostro. Incluso, la apariencia de su semblante, que se acercó un poco más para observar en su cabeza gacha, tenía una expresión más bien tranquila.

    El gringo se dirigió inmediatamente a la policía. Pronto acudieron dos agentes de guardia, y luego de bajarlo, con mucho cuidado, lo trasladaron hasta la comisaría. Allí, junto al médico del pueblo, el juez de paz y el comisario, decidieron enviarlo inmediatamente a Santa Fe. En la parte trasera de una camioneta carrozada, el cadáver llegaría a esa capital provincial cerca de las diez de la mañana.

    La plana mayor de la Jefatura de Policía de la Provincia, a la sazón, ya sabía de qué se trataba el asunto y quién era el occiso. Durante la madrugada, alguien había tirado una piedra de mediano tamaño, por la ventana de la guardia, huyendo rápidamente en su motocicleta antes de que los policías tuvieran tiempo de reaccionar. Un sobre de papel color madera envolvía la piedra, y el conjunto venía sujeto con varias vueltas de grueso hilo sisal.

    Con paciencia, los policías desembalaron el envoltorio para retirar el sobre, un tanto arrugado pero básicamente intacto.

    En su interior, llevaba un papel blanco, tamaño oficio, donde se había impreso el siguiente mensaje:


Comunicado

Informamos a la población que en el día de la fecha, 29 de julio de 1922, a las 19:00, se ejecutó la sentencia dictaminada por un tribunal de la Organización Proletarios en Combate, aplicada oportunamente al represor Milo Brownbear, jefe de huestes mercenarias de la compañía multinacional The Forestal Company.

Dicho asesino, capitán en actividad del Ejército Británico, fue hallado responsable de más de mil muertes, así como de secuestros, torturas, ejecuciones ilegales, ataques militares contra manifestaciones pacíficas, además de varios incendios intencionales, que afectaron a barriadas humildes o campos habitados por animales y personas. Todos estos crímenes ejecutados desde su llegada a la sede santafesina de la empresa The Forestal Company, calculada según informes confiables entre mayo y junio de 1918 hasta el día de hoy.

Cumpliendo efectivamente la sentencia, luego de capturar al condenado sin aplicar violencia, fue trasladado y ejecutado, con un solo tiro de pistola calibre 22, en la sien, acto que le ocasionó el deceso inmediato, sin otro tipo de traumatismos ni padecimientos, más que un pequeño agujero, en la región temporal de su cabeza.

Luego de lo cual, el cuerpo del condenado fue puesto en un lugar visible, para su fácil avistamiento y difusión de su destino, por los agentes autorizados y medios periodísticos nacionales.

Por último, lamentamos haber sido arrastrados hasta este nivel de furia por la salvaje agresión institucionalizada que se aplicó durante todos los años 1919 hasta 1921 inclusive, desde las patronales explotadoras inglesas, sobre nuestros reclamos legítimos de salarios dignos, descansos suficientes, respeto a nuestros trabajadores y estabilidad laboral. A los cuales se nos contestó con la violencia y el crimen organizado.

Debido a ello, hemos resuelto responder con esta acción, que consideramos mesurada, aunque no por ello menos contundente. Debido a que, está muy claro el propósito de la patronal inglesa de no atender ningún reclamo si no les llega acompañado por algún perjuicio material.

Continuaremos en lucha.


OPC - Organización Proletarios en Combate.



    14 años más tarde, en 1936, Tino Rossi sostenía entre sus dedos una amarillenta copia de aquel comunicado.

    -Creo que ellos han marcado el único camino posible para obtener resultados. La violencia es el principal argumento que la burguesía comprende. Ellos mismos lo han dicho: “La guerra es continuación de la política”. ¿Recuerdan?

    Tino era el nombre amistoso de Argentino Rossi, un cordobés hijo de inmigrantes italianos, de 23 años de edad. Lo habían traído clandestinamente a La Banda, Santiago del Estero, luego de que comandos parapoliciales de ultraderecha asesinaran a su papá y a su mamá, dirigentes del Partido Comunista. Durante El Tampierazo, levantamiento obrero que, durante cerca de tres meses, prácticamente había tomado la pujante e industrial ciudad de San Francisco, reclamando mejores condiciones laborales. Manteniendo las fábricas paralizadas o produciendo a reglamento, principalmente Tampieri, harinera donde comenzara el conflicto en octubre de 1929.

    Desde Córdoba capital les habían mandado comandos civiles de la “Liga Patriótica”, dirigidos por oficiales del Ejército Argentino, pagados por los propietarios de las fábricas. Quienes asesinaron, torturaron, violaron domicilios entrando por las noches para secuestrar a reconocidos militantes políticos. Entonces Samuel Yussem, hermano de Aída Yussem de Yacobsky, también comunistas y trabajadores de Tampìeri, lo sacaron de San Francisco llevándolo en tren, primero a Frías, y finalmente a La Banda, Santiago del Estero. Donde recaló en la casa de un matrimonio de inmigrantes ucranianos, que trabajaban un pequeño campo algodonero a cinco kilómetros de aquella ciudad. Tino creció en La Banda, entonces, donde cursó estudios secundarios. Y trabajó el campo con sus protectores, aprendiendo simultáneamente mecánica del automotor, en un taller local. Hasta ingresar con dicho carácter a las cuadrillas de mantenimiento de La Forestal, y convertirse más tarde en Jefe de Mantenimiento en uno de sus talleres, ubicado en Ceres.

    -Comprendo tu posición, Tino. Pero no la comparto del todo -dijo serenamente Samuel Yussem. Nuestra política actual es de carácter democrático, relacionándonos con otros partidos políticos de dicha condición. Que al igual que nosotros, estén contra el fascismo. En este momento, los principales esfuerzos de nuestros militantes deben ir en el sentido de buscar la unificación con el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista y la UCR, con el propósito de constituir un amplio frente político, democrático y en contra del nazismo y del fascismo.

    Numerosos hombres y algunas mujeres formaban una gran ronda en un amplio salón de la Biblioteca Alberdi. Para una reunión de carácter nacional, a la que concurrían los dirigentes máximos del Partido Comunista, Luis Víctor Sommi, Fernando Nadra, José Ber Gelbard y Orestes Ghioldi, entre otros.

    -Si me permiten...-exclamó levantando la mano el Secretario Nacional del PC, Luis Víctor Sommi-. Yo comprendo la propuesta del compañero... incluso la comparto... parcialmente... Coincido con él en que la gran burguesía capitalista, en última instancia, entiende los reclamos del proletariado únicamente cuando se los ataca directamente, por medio de la violencia popular. Sucede que nosotros, debemos ver nuestra realidad no sólo como dirigentes de una organización proletaria y sindical argentina. Sino como miembros de una Revolución Socialista Internacional en curso, que se irá extendiendo, si nos aplicamos, a lo largo y a lo ancho del mundo entero. Hasta liberar definitivamente a todos los trabajadores del planeta... haciéndolos, por primera vez en la historia, dueños de su propio destino.

    La mayoría de los militantes aprobaron, implícita o explícitamente la negativa de los dirigentes a la propuesta de Tino. Que sugería no descartar formas paralelas de lucha, incluyendo la de formar comandos de autodefensa, o pequeñas guerrillas, campesinas y obreras, en zonas selváticas de la Argentina. Como las yungas de Salta o los cerros montuosos Tucumanos. Para emerger, desde allí, hacia los centros industriales, cuando esto fuera necesario.



***

Casimiro González Trilla. Fuente: Arq. Alfonso Bentivoglio Monti.

    Casimiro González Trilla había vuelto de España luego de estar un año y medio allí, protagonizando romances y actividades sociales. También, buscando apoyos para su emprendimiento periodístico en Santiago del Estero. Más precisamente en Añatuya, donde vivía. En una habitación con baño independiente, que le alquilaba en el fondo de su casa don Amado Jorge. Un árabe emigrado a la Argentina en 1917, escapando de la Primera Guerra Mundial, que por entonces azotaba a su país, Siria.

    Aquella mañana de sol, desde temprano, sacaba fotocopias, hoja por hoja, de su periódico El Chaqueño. Que ya iba por el número 123. Era una tarea artesanal, es cierto. Y bastante más cara que su anterior impresión en linotipo, con prensa mecánica. No había ahora en Añatuya otra opción, para su continuidad informativa. Los ingleses le habían incendiado aquella imprentita instalada diez años atrás, con gran esfuerzo. Pujaba ahora Casimiro en un largo juicio contra The Forestal Company, para obtener una indemnización.

    -¿Cómo le ha ido en España, don Casimiro? Cuénteme algo de allá... -pidió Mescalito.

    -Por de pronto, muy bien... contestó el español afincado en Santiago del Estero... -he visto a mi familia, encontrado a viejos amigos... bah, no tan viejos... más o menos de mi edad...

    -¿Cuántos años tiene, don Casimiro?- preguntó Rita, la más joven de las mexicanas, quienes hacía menos de un año habían instalado en Añatuya la casa de Fotografía y Fotocopias Tonatiuh.

    -Cincuenta y cinco y un quemao...- bromeó Casimiro.

    -¡Un changuito!-lisonjeó Amanda, la otra mexicana, de 20 años, socia de la cooperativa, quien, junto con su connacional iba separando hoja por hoja y luego ordenando, uno por uno, los ejemplares del periódico El Chaqueño. Que luego deberían abrochar para poder distribuirlo comercialmente enseguida.

-Perdón que me entrometa... -dijo de pronto Blas Giménez, apodado “Mescalito” por sus connacionales mexicanos-: ¿No le resulta muy caro este trabajo, don Casimiro? No debe ganar casi nada... ¿Por qué lo hace?

    -En primer lugar te digo, para que te quedes tranquilo, que durante mi viaje a España he conseguido una donación, para mi empresa periodística, que nos alcanzaría para vivir dos o tres años, junto a mi familia... aunque no hiciéramos nada... Suponiendo que tal cosa no hubiera sucedido, lo mismo lo haría... conseguiría los medios como fuera... por algo que no muchos comprenden... pero existe, y se llama “vocación”...

-¿Así que consiguió una jugosa donación? -intervino entonces Felipe Gutiérrez, el mayor de los mexicanos (24).

    -Así es. De un noble anciano. Duque de Carrascal, heredero de una gran fortuna. Cuyos depósitos bancarios los colocó sabiamente, por consejo de sus contadores, en acciones de las más grandes industrias europeas.

“Un caballero ciego desde la niñez, castizo castellano, de una cierta jovial melancolía, que había correteado, cuando aún podía hacerlo, por entre las viejas piedras de Ledesma. El fué quien tomándome del brazo, me enseñó todo aquel pueblo. Cuyas calles le pertenecían.

    Fue al término de un jovial desayuno en su castillo, al cual me había invitado. Luego de escuchar una conferencia mía, la noche anterior. Sobre el Gran Chaco Sudamericano. En el paraninfo de la Universidad de Salamanca.

Repare usted en esta ventana gótica de la esquina. Repare usted en esta ventana gótica de la esquina. -me decía.

    Mire, mire usted esa callejuela que da al campo. ¡Serio paisaje! -¿verdad? ...¡ahora a puesta de sol!

    ¿No ve usted aquel relieve?... no, no, más hacia allá de la verja... ¡lástima que está un poco desconchado!

    Y a mí me parecía contemplar aquellos rincones, tan depurados y ennoblecidos como mi acompañante los evocaba en sus recuerdos. No era la fría realidad inmediata lo que yo tenía delante, sino la realidad hecha historia a través de los siglos, y transformada, además, en leyenda, por veinte o treinta años de acariciarla un ciego en su memoria.”

    -Don Casimiro, usted tiene algún título, ¿o es sólo un periodista vocacional?...-preguntó nuevamente el mexicano Gutiérrez.

    -Soy doctor en Filosofía... por la Universidad de Salamanca... graduado en 1905, doctorado en 1908.

    En España publiqué mucho, que quizás reúna alguna vez en libro. En América he colaborado en La Capital de Rosario de Santa Fe; he sido redactor de El Orden y jefe de redacción de El Demócrata, en Tucumán; he dirigido algún tiempo El Porvenir... y he colaborado en varios diarios de Santiago del Estero y otras partes. De cuando, en cuando, en mis traslados, quemaba toneladas de papel con mis producciones.

    Estas de El Chaqueño las he conservado, porque el Chaco Santiagueño ha sido, para mí, una hoja de papel inmensa, donde me he puesto a trazar muchas líneas o proyectos que ya existen o existirán; canales, ferrocarriles, pueblos...

    Tengo hasta un proyecto de ciudad, para Santiago del Estero... fantástico... que daré a conocer, en mi obra en preparación, La ciudad octogonal.

    He sido comerciante, tinterillo, chacarero, comisionista y otras cosas notables. Me he casado, tengo tres hijos... y nada más. De modo que casi soy una persona importante.

    -Y sindicalista de la Federación Obrera Santiagueña, militante del Partido Socialista...-agregó Mescalito: -es lo que dice aquí la gente de Añatuya, que lo conoce...

    -Yo no soy socialista... he tenido la oportunidad de refutar lo que creo error de nuestros socialistas, en conferencias que ellos mismos me invitaron a dar en su Casa del Pueblo, y allí han escuchado mis impugnaciones con toda cultura... pero no puedo pasar en silencio la desfiguración del programa socialista, porque conozco bien el socialismo que predican Justo, Repetto y Bravo. El socialismo original resulta, en manos de ellos, una teoría desteñida, después de la gran revolución bolchevique. Que ha desorientado y deshecho a ese partido anfibio, que se llamaba socialista.

    -Entonces, ahora es comunista... -sentenció Felipe Gutiérrez.

    -Tampoco-, contestó González Trilla, quien solía firmar sus publicaciones con un simple “Trilla”. -Soy Librepensador.



Nota del autor: los conceptos expresados en este capítulo de Los Ulalos por Casimiro González Trilla fueron tomados, textualmente, de su libro El Chaqueño. Apuntes sobre el Chaco Santiagueño. Talleres gráficos de El Liberal. 1921. Ejemplar conservado por la Universidad de Toronto, Canadá.



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