Capítulo 22

  -Santiago del Estero es el centro de Sudamérica. -Afirmó Salma. -Para decirlo en lenguaje científico, su polo positivo.

Salma era un ulalo; junto a él, estaban Genaro Coria y Edith Saganías. Habían venido el viernes por la tarde, para comenzar estos diálogos educativos el sábado 18 de enero de 1936. El lugar donde ahora estaban, era una especie de nube, transparente, desde la cual podían divisarse las Sierras de Guasayán, a la distancia, y el devenir de los pájaros, animalitos del bosque transcurriendo sus vidas tranquilas entre los mistoles y los algarrobos y una que otra guasuncha, atravesando algún pequeño camino. Al parecer, flotaban. En un ámbito transparente. Que no carecía de solidez, pues tanto Edith, como Genaro y Salma estaban cómodamente sentados en tres mullidos sillones, de un material parecido a la goma esponjosa. Los Ulalos no tenían adentro ni afuera, abajo o arriba. Eso dedujo Edith cuando al llegar, la noche anterior, debieron descender nuevamente hacia una gruta profundamente insertada, aparentemente, debajo de la tierra. Durmieron apaciblemente, cada uno en su habitación, que permanecía muy fresca a pesar de que, como se sabe, estaban transitando el período más caliente del verano santiagueño. Para despertarse temprano, y luego de desayunar, ascender -sin que pudieran discernir cómo- caminando, simplemente, a esa nube. Donde dialogaban -o mejor dicho atendían, al sabio Ulalo que los aleccionaba: pues ni Genaro ni Edith se habían animado, aún, a efectuar preguntas.

-El polo negativo está en El Perú -continuó   Salma. Los espacios cósmicos tienen un centro positivo y un centro negativo. Como toda manifestación material del Universo, en la Tierra.

“Así, el polo positivo de La India, hace milenios, se manifestó en Katmandú; y el negativo, en Dehli.

“El polo positivo de Egipto, en Amarna. El polo negativo, en Tebas... 

“El polo positivo de Canaán en Nazaret, el negativo en Jerusalén... etcétera.

“Ambos polos de la Naturaleza, se necesitan de un modo imprescindible para constituir, entre los dos, una entidad coherente. Desde la más pequeña partícula, hasta la formación montañosa más gigantesca, como la Cordillera de los Andes, o el Río Amazonas. 

“Algunos de los europeos que vinieron aquí, cuando ocurrió su ocupación de esta parte del mundo, conocían eso. Los más sabios -poquísimos-, claramente; los más rústicos, apenas por instinto.

“Francisco César, el español que pisó por primera vez territorio santiagueño, en 1528, intuía esta noción, pero no la comprendía ni, mucho menos, podía racionalizarla. Fue encontrado, a punto de sucumbir por hambre y sed, en las Salinas Grandes. Él y sus dos tenientes. Quienes, como ustedes saben, habían venido con la expedición de Sebastián Gaboto. Y habían caminado hasta aquí desde lo que hoy llamamos Santa Fe, luego de descender de los barcos, mientras sus compañeros seguían explorando, hacia el Sur, la costa Este de Sudamérica.

“Fue encontrado por los Ulalos. Quienes les dieron albergue, agua y alimentos durante algún tiempo. Hasta que se recuperaron.

“Ustedes saben, también, que los Ulalos no nos manifestamos físicamente ante los humanos. Salvo que sea absolutamente necesario. Y en ese caso, adoptamos apariencia humana. Es lo que hicieron nuestros ulalos aquella vez. Y de allí surgió la primera leyenda, esparcida entre los europeos por Francisco César, luego: la de que los habitantes de América eran muy parecidos a los ellos.

“La segunda leyenda, la de la Ciudad de los Césares, una urbanización donde los edificios eran monumentales, las riquezas incalculables, por todas partes se veían herramientas y utensilios de oro y plata... etcétera... fue también un equívoco, surgido por aquella creación provisoria, que nuestros ulalos debieron hacer para brindarles comodidad y un buen pasar a estos huéspedes. Tomando de sus pensamientos los modelos, se presentó, a Francisco César y sus tenientes, una ciudad exactamente como ellos la imaginaban. No debo explicarles, pues ya lo saben, que los ulalos podemos crear, materialmente, cualquier realidad que nos propongamos, dentro del mundo material.

“Así es que pronto comenzaron a caer, en manadas, cientos de aventureros españoles, alemanes, italianos, etcétera, invadiendo Santiago del Estero, anhelando encontrar la riquísima Ciudad de los Césares, sólo para saquearla, procurando así una riqueza muy fácil.

“Quedando siempre decepcionados. Pues tal Ciudad no existía. Había sido creada, únicamente, para la oportunidad de brindar hospedaje a Francisco César. Y luego, con la misma rapidez con que fuese manifestada materialmente... nuevamente borrada. Tal cual como nosotros hoy, cuando nos mezclamos con los humanos, como lo hacen el doctor Peña y Umbídez, que ustedes conocen, nos materializamos, momentáneamente, con apariencia de humanos. En nuestras casas, volvemos a nuestras apariencias naturales.”

Dos hermosas garzas pasaron volando, majestuosamente, muy cerca de ellos. Los tres se quedaron absortos, mirándolas, por algunos segundos.

-Los españoles llegaron en el momento exacto en que debían hacerlo. -Continuó Salma-: muchos ya estaban esperándolos. Por ello el surgimiento de aquellas alegorías, como las de Quetzalcóatl y demás.

“Ellos debían renovar la savia constructora que constantemente motoriza a la Humanidad. Hacia su desarrollo armónico. Que en nuestra América (o Abya Yala) había entrado en crisis. Por las causas que siempre provocan las crisis: desbalance de polos. Es decir, crecimiento excesivo de uno de los polos -en este caso el negativo-, transformando a una comunidad, compuesta por millones de seres humanos, en inviable.

“Los artífices de este nuevo fracaso en el Proyecto Universal, habían sido los Incas y los Aztecas.

“Supuestamente los españoles debían rectificar el rumbo. Pero también fracasaron”.

       El traqueteo de un gigantesco carro carbonero, con dos acoplados, interrumpió otra vez el diálogo de los tres circunstantes. Pero cuando hubo pasado, perdiéndose en el horizonte por la angosta ruta de tierra, serpenteante entre la arboleda hasta esfumarse a la distancia,  Salma continuó callado.

Incómodos, luego de un rato, suponiendo que el pertinaz silencio indicaba el interés del Ulalo por que ellos preguntaran, lo hizo Genaro:

-¿El polo positivo es el Bien y el polo positivo es el Mal?

-Podría llamárselos así. De acuerdo con las simplificaciones de la materialidad. También Luz y Oscuridad. Alegría y Tristeza. Resplandor y Tinieblas. “Ying-Yang”, como dicen los chinos. Etcétera. Sin olvidar que ambos son necesarios, que nada material puede existir sin una aleación proporcional entre ambos.

-Por lo general los humanos solemos tender a dar prevalencia al mal, ¿es así? -quiso saber Edith.

-Así es. Una de las manifestaciones del Bien, es la Pobreza. La del Mal, la riqueza. Los españoles que vinieron aquí, debían superar la desviación de algunas naciones aborígenes, que viendo la riqueza como lo único deseable, se habían lanzado, como tantas otras comunidades humanas antes, a la conquista del poder sin límites. Dejando de lado al Poder Espiritual. Que sólo se puede encontrar en la Pobreza objetiva.

“Tan es así que desde entonces la mayoría de los pueblos aborígenes que vivían la pobreza como riqueza espiritual, fueron aniquilados. Y lo que sobrevino más tarde, con los empeños de la corona española, los gobiernos post independencia y la llegada de nuevos inmigrantes europeos, fue continuar sumando fracasos tras fracasos.

“Aquella tendencia conceptual nefasta queda muy bien expresada por los apuntes de un tal Acarette du Biscay. Bribón que entre 1660 y 1670 hizo un largo viaje desde Buenos Aires, trazando una parábola por Paraguay, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Potosí (Bolivia) y posteriormente el Río de la Plata (Montevideo y Buenos Aires). Quien al pasar por Santiago la describió como una aldea opaca, sin atractivo alguno; mientras que iba a quedar deslumbrado por la inmensa belleza del Potosí, su riqueza, la nobleza de su población boliviana, lugar desde donde, en aquellas épocas, fluían inmensos beneficios económicos, para Europa e Inglaterra. Este malandrín francés, entonces, sólo tenía ojos para uno de los polos: el de las riquezas materiales (las tinieblas). Descalificando en sus notas a Santiago del Estero, por entonces faro espiritual de la próxima Argentina. Ignorante de que, incluso a la riqueza podría haberla encontrado entonces muy cerca de nuestra humilde ciudad, la cual entonces era sólo posta de ruta y sede administrativa, en las inmensas mansiones de los Hidalgos, como Mexía de Miraval, Ibarra, o los Taboada. Quienes importaban decoraciones fastuosas para sus casonas y estancias, directamente desde Europa, engalanando las fiestas de sociedad con artistas notables en todo el mundo, quienes no seguían el camino de los traficantes como du Biscay, sino venían, directamente, al departamento Matará, cuyos pueblos duplicaban o triplicaban entonces la población de su modesta capital, Santiago.

“Tal percepción no era la que prevalecía en ciertas conciencias privilegiadas, sin embargo. Como las del propio Rey Felipe segundo. Quien había enviado una de las poquísimas réplicas de la Sábana Santa existentes hasta hoy en el mundo, a Santiago del Estero. Y la honraría con el aristocrático título de “Muy Noble y Leal Ciudad”: más o menos por los mismos tiempos en que el vasco-francés du Buscay merodeaba estas comarcas, en procuración de negocios non tan sanctos.”


Luego de estudiar cuestiones como las narradas con los Ulalos, durante todo aquel día sábado y el domingo, hasta las 18:00, Edith y Genaro emprendieron el regreso a Santiago capital.

-Entonces, la cuestión más importante es que aprendamos a combinar nuestros factores negativos y positivos equilibradamente, por partes adecuadas- reflexionó Edith, por el camino, mientras viajaban.

-Así es... aunque lo más difícil sería saber cuánta debe ser la ración de energía positiva y cuánto la de negativa, para cada construcción, material o humana.

-A eso se refería seguramente aquel pasaje del Popol Vuh, leído por el sanavirón Pelè Ecì,  cuando decía que los dioses armaban y desarmaban los muñecos humanos, desconformes por sus imperfecciones, cuando crearon el mundo... *

-Claro. Aunque lo más importante de este concepto -sugirió Genaro- me parece, es aplicar el conocimiento a la construcción social y cultural. Es decir, saber con qué propósitos se construyen las instituciones humanas.

-Es decir, los gobiernos...

-Sí, con sus organizaciones burocráticas, sus instituciones represivas, las encargadas de impartir justicia, distribuir equitativamente los bienes. Etcétera. Así como cuáles se considerarían objetivos prioritarios a la hora de trazar planes educacionales. A través de los cuales se desarrollan y consolidan valores, conocimientos, particularidades y expresiones culturales, de todo tipo.

-Tenemos mucho que aprender...

-Sí, coincidió Genaro... aunque, aún no nos han dicho por qué, los Ulalos, nos transmiten todo este conocimiento...

-Yo creo que ellos trabajan, a un nivel un poco más elevado, para lo mismo que nosotros, los cristianos, llamamos el “Proyecto Divino” del Universo.


* Se refiere al pasaje leído en una misa de la comunidad Sanavirona-Tonocoté Lucup Tiquiunky, el viernes 11  de octubre de 1935, donde se celebró un Festival en Acción de Gracias. Para  conmemorar el Último Día de Paz, Armonía y Libertad de los pueblos naturales de toda América. Ver Capítulo 16 de esta misma novela.



Comentarios

  1. Los españoles llegaron en el siglo XVI a las costas del Río de la Plata... no puede ser que Francisco César haya entrado en 1928... debe ser una errata.

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    1. Tiene razón. Debía decir: 1528. Nos lo había avisado, también, otro amigo, Daniel Ledesma, por Whatsapp. Ya hemos corregido la errata. Gracias a ambos.

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  2. Respuesta a Shirly Thumann, quien preguntó por Whatsapp:

    Shirly Thumann: Buen día querido Julio ¿esta novela tiene hechos verídicos?
    Julio Carreras: Buen día, Shirly. Sí... mezclados con otros imaginarios... En este capítulo, por ejemplo, los hechos verídicos son: la expedición de Francisco César, en el siglo XVI, y la de Acarette du Biscay, en el siglo XVII.

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    1. También es verídico lo de la Sábana Santa y la distinción otorgada a la ciudad de Santiago del Estero por el rey Felipe II.

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